lunes, 21 de octubre de 2013

Que tendrá el mar que no podemos dejar de mirarlo?


Hoy escribe Flor


Llegamos a Lobitos a media tarde. Antes de que empiece a anochecer buscamos el Surf Camp, un lugar donde acampan la mayoría de los que van a hacer surf. Lo encontramos fácil, siguiendo las indicaciones que nos habían dado, porque quedaba justo frente al muelle. Parece un pueblo fantasma. Resulta ser que esa parte del pueblo era zona militar y hace unos cuantos años se mudaron a otro lado, por lo que dejaron las casas y construcciones abandonados. La gente de a poco se fue instalando en algunas de las casas, y otras, las mas venidas a menos, las fueron desarmando de a poco, hasta dejar, en algunos casos, solo las paredes.  


Está nublado, garúa y hay bastante viento, por lo que nos refugiamos en la Kangooneta, un poco refunfuñando por nuestra falta de suerte con el clima desde que estamos en la costa. Comemos algo y nos dormimos temprano, ya que habíamos viajado todo el día desde Chiclayo.

Me despierto sobresaltada. Siento como si estuviera en un sauna, con mucho calor. No entiendo mucho que pasa. Lo único que sé es que tengo que salir de ahí, no aguanto más. Corro la cortina y el sol me da en los ojos, encandilándome. Gaby rezonga y se tapa la cara. Abro la puerta, medio que me enredo en la bolsa de dormir, no me importa si me puse las ojotas, intento bajar como puedo, y listo, estoy afuera.
Trato de acostumbrar la vista a tanta luz. Me refriego los ojos, como tratando de terminar de despertarme. Levanto la mirada y ahí están. Los dos del mismo color. Celeste, celestísimo.  El mar y el cielo. No entiendo nada, ayer estaba horrible y hoy es perfecto. No hay viento y eso es muy raro.
Estamos a unos 100 metros del mar. Empiezo a caminar descalza por las piedras. Me duelen los pies y cuesta caminar, pero falta poco para llegar a la arena, y solo por eso lo vale. Termina la tortura de las piedras y llego a la arena. Todavía está fría y no puede haber sensación mas linda hundir los pies en ella.
Llego a la orilla, pero no quiero mojarme. Seguro el agua está fría, así que me detengo unos pasos antes y me abstraigo mirando el mar, las olas y la espuma que forman, el cielo sin nubes, el muelle, las aves, los barquitos pesqueros. No deben ser ni las 7 de la mañana y ya hay surfers. Está un poco fresco, pero el sol ya empieza a calentar.
Y de repente, como un balde de agua fría, sube el agua y me termina de despabilar.








Siento toda la fuerza del mar en mis pies, y el contacto frío del agua con el calor del sol es una combinación maravillosa.
Retrocedo un poco y me siento en la arena.
Estoy como hipnotizada y podría quedarme así por horas.
Y me pregunto, que tendrá el mar que no podemos dejar de mirarlo?








1 comentario:

  1. Que buena narracion! Senti acompañarte en este despertar y acercamiento al mar! Maravilloso!
    Beso grande. Mami, Mirta.

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