Cuando era chica era una gran “miradora”
de mapas. Recuerdo que una vez le habíamos regalado a mi papá un globo
terráqueo de esos que son también lámpara. Cuando lo tenía cerca, no podía
dejar de mirarlo y mirarlo.
Incluso jugaba a darle vueltas y vueltas
con los ojos cerrados, poner el dedo sobre el mapamundi y después abrir los
ojos para ver a que lugar del mundo me “tocaba” ir.
Los otros continentes siempre me sonaron lejanos, extraños, muy distintos a lo conocido. Pero América parecía más cerca, mas accesible podría decir.
El tiempo fue pasando y me di cuenta de
que había tres países que siempre nos olvidábamos cuando pensábamos en América
del Sur. Guyana, Surinam y Guyana Francesa son tan desconocidos en Sudamérica
como Sudamérica es desconocido para ellos.
Luego, la universidad y mi trabajo, que
me llevaron a conocer más de cerca realidades económicas y políticas de este
continente, aún dejaban de lado este pedacito de tierra. Y ahí se volvieron un
capricho.
Cuando Gaby empezó con la idea del viaje,
siempre mirábamos los mapas, un poco estudiándolos y otro poco imaginando que
habría por allí.
Y ahí estaban, encerrados entre
Venezuela, Brasil y el Océano Atlántico, mirándome fijamente, diciéndome: no
nos abandones! Vení!
No puedo recordar exactamente cuando le
dije a Gaby que quería desviar el rumbo de nuestro viaje para llegar acá, pero
siempre lo tuve en mente.
Cada vez que le contábamos a alguien que
queríamos venir para este lado, recibíamos las mismas caras de asombro y
comentarios del tipo: y eso donde queda? Por allá no hay nada para ver! Porqué
no lo hacen a la vuelta del viaje y ya bajan por Brasil? El camino es
imposible! Con ese autito no pasan!
Pero el amor es mas fuerte y lo logramos!
Bravo,mision cumplida,locos lindos,el amor lo pude todo.adelante
ResponderEliminarjajaja Gracias por las palabras de aliento! Seguiremos adelante! Abrazos viajeros!
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