lunes, 17 de marzo de 2014

Tierra Paisa 2


Como les contamos en la primer entrega de “Tierra Paisa”, Colombia no deja de sorprendernos por sus paisajes, sus pueblitos y sobretodo por su gente.
Pero al llegar a Medellín sentimos que habíamos viajado a Francia! Realmente increíble, pero cierto. Esas cosas locas que te pueden pasar viajando.




Resulta que el Sr. Hugo Suarez de Cali nos había contactado con el Museo del Transporte de Medellín, quienes nos habían invitado a la “tertulia”, una reunión que hacen todos los miércoles con fanáticos de los autos antiguos y de los viajes.
El Museo  del Transporte comparte el predio con el Museo El Castillo, un castillo estilo francés donde vivía una de las familias más ricas de Medellín hace muchos años. Resulta que el tipo estuvo estudiando en Francia, se enamoró de los castillos del Valle del Loire, y se mandó a construir uno ahí. Hoy este lugar se conserva como museo y mantiene unos jardines espectaculares en una de las mejores zonas de la ciudad, siendo el hogar de aves, incluidos guacamayos, y ardillas.





El equipo de trabajo del Museo del Transporte nos trató demasiado bien, tan bien que es difícil expresar palabras de agradecimiento que alcancen, y conocimos allí a muchas personas que nos colaboraron con el tema mecánico.
La Kangooneta estaba pidiendo una revisada y sabiendo que Colombia es el paraíso de Renault, decidimos mimarla un poco y hacerle algunos ajustes.


El Sr. Diego nos dio un lugar seguro para estacionar durante el día y dormir por la noche en su estación de servicio, donde nos ofrecieron ducha, café por la mañana y una ubicación privilegiada con una estación del Metro en frente, además de balancear las ruedas y hacer lavar la Kangooneta sin querer cobrarnos.


 La ciudad de Medellín es una de las más grandes de Colombia y se comenta que una de las más innovadoras y más organizadas.
El Metro que mencionábamos antes, es una red de transporte público, una mezcla de subte con tren que va por encima de la ciudad, atravesándola de sur a norte permitiéndote tener las mejores vistas desde arriba. Aunque parece que estuviera recién inaugurado, por lo limpio, prolijo y nuevito que se ve todo,  el Metro viene funcionando hace más de 15 años. Cuando nos enteramos, no podíamos creerlo.
Además, la ciudad cuenta con el “Metro Cable”, un teleférico como medio de transporte público, para que quienes viven en barrios populares puedan tener mejor acceso a sus hogares y una mejor comunicación con la ciudad, ya que Medellín está ubicada en un valle y estos barrios están trepando las montañas.




El recorrido del Metro Cable termina en el Parque Arví, una reserva natural con bosques, una laguna y ruinas indígenas, donde te ofrecen una caminada guiada para una mejor interpretación del lugar. Como buenos colgados que somos, no consideramos que íbamos a subir en altura y que iba a hacer más frío, por lo que no llevamos abrigo ni impermeable. Si hubiéramos llevado paraguas seguro que no llovía, pero como no fue así, a los 10 minutos de empezar la caminata empezaron a caer unos gotones del cielo hasta convertirse en una lluvia torrencial, por lo que decidimos volver.  
  



 De vuelta en la ciudad, hicimos lo que todo turista hace.
Fuimos al Museo de Antioquia y al Parque Botero, para apreciar las pinturas y esculturas de este artista nacido en Medellín.





Pablo Escobar muriendo

Los nuevos gorditos



 Caminamos por las calles peatonales hasta llegar a la Catedral Metropolitana. Cuentan las malas lenguas que hace muchos años un barco traía de Europa dos órganos para iglesias, uno estaba encargado para Medellín y otro, dicen que más grande y mejor, para Buenos Aires. Lógicamente, el barco llegó primero a Colombia, descargando el que no era, y cuando llegó a su destino final no se pudo hacer otra cosa que recibir el que quedaba.


 Paseamos por el Parque de los Deseos, con su fuentes de agua para refrescar hasta el día mas caluroso, donde los niños no podían evitar empaparse y jugar como si estuvieran en el patio de su casa.





Para terminar el día, después de tanta caminata, nos dábamos una vuelta por el Parque de los pies descalzos, un parque con un recorrido con distintas texturas para relajarse caminando descalzo por piedras en un bosque de bambú o guadua, luego por pastito, después por arena y terminando en el agua.


 Y hasta nos dimos el lujo de viajar en el tiempo para conocer el Tranvía de Medellín. Una exposición del Museo del Transporte en la que un vagón restaurado muestra a los ciudadanos cómo funcionaba el tranvía en su esplendor, preparándolos para la incorporación de un nuevo tranvía moderno a la red del Metro.





El fin de semana decidimos visitar Guatapé, un pueblito que se llena de gente los fines de semana. Es un pueblo a orillas de un embalse, que se caracteriza por los zócalos de las casas, que siempre tienen que ver con el lugar. Las verdulerías tienen diseños de frutas y verduras, los bares tienen diseños de mesitas con gente tomando café y jugando billar, el que tiene una motochiva (mototaxi) tiene la misma pintada en la puerta de su casa, y así te podés encontrar con los más variados diseños. Otro de los atractivos de este lugar es la Piedra el Peñol, una piedrotota gigantesca desde la cual se pueden tener vistas increíbles del embalse. Pero como para estas cosas siempre cobran y bastante, nos conformamos con mirarla desde abajo y criticar esas letras que les pintaron. Nos contaron que esta piedra se la disputaban Guatapé y El Peñon, dos poblaciones cercanas, hasta que un día los de Guatapé empezaron a escribirlo en la piedra y cuando el municipio los descubrió tuvieron que interrumpir la pintada. Lo malo es que lo dejaron así y se ve muy feo.
















Allí conocimos a Paula y a Caliche, una pareja de Río Negro, cerquita de Medellín, que se super emocionaron con nuestro viaje y nos invitaron a su casa para compartir con ellos historias y experiencias, ya que tienen pensado viajar hasta Argentina con los hijos de Paula, Fede y Gero.
Compartimos unos días con ellos y con Diana, hermana de Paula, y su familia.   Disfrutamos del calor de un hogar, aprovechamos para actualizarnos con la página, lavamos ropa (importantísimo) y nos bañamos con agua calentita!


Plantaciones de hortensias con Paula




Ellos nos pasaron un dato buenísimo para poder ir a vender los últimos calendarios que nos quedaban. En San Antonio, muy cerca de su casa, los fines de semana se llena de gente que va a comer postres típicos alrededor de la plaza. Así que ahí nos fuimos, bien temprano, para tener una buena ubicación. Al principio no había mucha gente y nadie nos prestaba atención. Ya estábamos pensando que el día iba a ser un fracaso, hasta que alrededor de las 3 de la tarde el lugar se llenó de gente, que hacía cola para comprar postres, y no paramos de hablar ni un segundo. Nos fue muy bien y hasta conocimos a otros viajeros. Paula y Caliche fueron a la tarde y estuvieron un rato ahí con nosotros.
Lo más loco que nos pasó fue que cuando estaba atardeciendo se acerca un guardia de tránsito a decirnos que no podíamos estar ahí vendiendo y que iba a ir a llamar al supervisor. Caliche se adelantó y fue a contarle al supervisor que en realidad no estábamos vendiendo nada, sino que estábamos convidando mate y recibiendo colaboraciones voluntarias. El supervisor no le creyó, por lo que Gaby volvió a contarle lo mismo. Le convidamos mate y no solo nos permitió seguirnos quedando ahí, sino que nos dio plata. Esas cosas increíbles que te pueden pasar en Colombia.
Y así, maravillados con la generosidad de gente desconocida que nos ayudó siempre e increíblemente agradecidos con la familia de Paula por esos días compartidos, tuvimos que despedirnos una vez mas para viajar camino a Cartagena, donde recibiríamos la visita de los padres de Gaby después de casi 8 meses de viaje.

"Cuando pasa un silletero, es Antioquia la que pasa", imágen típica de la feria de las flores de Medellín.
Gracias Colombia por tanto!

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