Cafayate, tierra de empanadas y vinos

Llegamos a Cafayate, Salta, por la ruta Nacional 40. Para nosotros una de las más lindas que tiene el país. Recorre la Argentina de Norte a Sur. No es la ruta de mejores condiciones; hay partes de asfalto muy bueno, pero hay varias de ripio en las que se entrelaza con la Cordillera de Los Andes. En algunos trayectos se corta y continúa más adelante. Atraviesa muchas provincias, ríos y arroyos, en el norte en época de lluvia el paso es más complicado. Nos gusta por eso, porque nos vemos envueltos por la cordillera y al subir por sus pendientes y llegar a alturas cercanas a las 4900 msnm vemos toda la inmensidad y nos sentimos muy pequeños.

Unos kilómetros antes de llegar a Cafayate comienzan a apreciarse los viñedos, y la llamada Ruta del Vino.

Continuamos camino a la plaza. A su alrededor está la Iglesia y varios restaurantes con sus mesas en la calle. Vemos que hay una feria de comidas regionales y obviamente nos acercamos. Eran las 11 de la mañana y estábamos con ganas de tomar unos mates, así que compramos un pan casero y nos sentamos a un costado a disfrutar del día soleado y de la música que acompañaba la feria, unas buenas chacareras!

Vimos que estaban haciendo empanadas. Listo, ese tiene que ser nuestro almuerzo!

Nos acercamos y mientras encargamos nuestra docena, conocimos a Selva, muy famosa por sus empanadas, sus hijas y nietos. Nos cuenta que todos colaboran. 

Su hija Ana hace la masa casera (ellos dicen “mojar la masa”) y algunos de los nietos van a repartir en moto los pedidos que les hacen. Salvo que tengan un encargue especial para un cumpleaños o un evento, hacen empanadas para los fines de semana. Nada mas y nada menos que 60 docenas!!!

Mientras que ponía el “recado” en la empanada (para nosotros relleno), nos contaba que ahora se cocina a horno de gas o se fríen en aceite. Nos enseña sus manos, y nos dice que están así porque toda su vida usó el horno a leña.

Las típicas empanadas salteñas son de carne y para nuestra sorpresa, pueden ser hembra o macho. Como es eso? Las empanadas hembra llevan el típico relleno: carne picada, papa en cubos muy pequeños, cebolla y condimentos (sal, pimienta, pimentón dulce – No usan comino porque dicen que hace mal al hígado). Las macho, además, llevan huevo duro y cebolla de verdeo. Parece ser que en Salta son un poco machistas, ya que si uno no aclara como las quiere, siempre las hacen macho.

Nos muestra como “simba” la empanada, otra palabra desconocida por nosotros, es el repulgue.

A disfrutarlas!!!

Por la tarde visitamos la casa de Ana para estar presentes mientras mojaba la masa, para las empanadas del día siguiente.

Mientras amasaba 7 kg de harina, para 35 docenas, comenzó a contarnos la historia de su vida, una vida de sacrificio, esfuerzo y sobre todo de ejemplo de trabajo para sus 4 hijas, a las cuales cría sola desde que enviudó hace 6 años. 

Ana tiene 2 trabajos y además hace empanadas los fines de semana y visita a su mamá cada minuto que tiene libre. 

Nos cuenta que todo su esfuerzo es para el futuro de sus hijas, para que puedan estudiar y tener las herramientas que les permitan hacer lo que elijan.

Así que gracias Ana, por abrirnos la puerta de tu casa y de tu corazón!

Después de semejante experiencia y con los ojos un poco brillosos, avanzamos por la ruta del vino proponiéndonos ir a bodegas familiares. Descubrimos que quedan solo tres.

A cinco kilómetros del centro de Cafayate por camino de ripio, se encuentra “Finca Las Nubes” donde tuvimos una de las charlas más interesantes.

Vale la pena ir el primer día de cosecha, que se realiza el segundo o tercer domingo de marzo. Ese día los visitantes pueden entrar al viñedo y ayudar con la recolección y selección de las uvas. Todo es una fiesta! Desde la mañana hay música y baile y puede durar hasta altas horas de la noche.

Después de la visita a la bodega empezó lo divertido, a degustar los vinos!

Cafayate es reconocido por sus vinos de altura, especialmente el Torrontés, ya que la mayoría de los viñedos están por encima de los 1695 m.s.n.m. 
Nos gustó tanto, que nos llevamos uno!