Estos últimos días me di cuenta que cuando estoy por
terminar de leer un buen libro tengo la misma sensación que cuando estamos por
cruzar una nueva frontera.
Tengo esas ganas irrefrenables de terminar el libro y lo
agarro cada segundo que puedo para llegar al final de la historia. Pero también
siento esa contradicción de que no me gustaría que se termine porque está
demasiado bueno.
Lo mismo me pasa cuando estamos por llegar a un nuevo país:
me da mucha ansiedad llegar a la frontera del país que vamos a “dejar” y terminar
esa aventura, y ver que hay de nuevo para descubrir, como si estuviera
empezando un nuevo libro.
Todo esto me pasó en Santa Marta, faltando muy poco para cruzar a Venezuela, mientras compartíamos unos días con los padres de Gaby, que nos fueron a visitar después de 8 meses de viaje.
Todo esto me pasó en Santa Marta, faltando muy poco para cruzar a Venezuela, mientras compartíamos unos días con los padres de Gaby, que nos fueron a visitar después de 8 meses de viaje.
Estando a tan solo 80 km de Aracataca, pueblo en el que
nació Gabriel García Márquez, terminé de leer “Cien años de soledad”, por
segunda vez, después de muchísimos años. Sentí como si lo estuviera leyendo por
primera vez, interpretando todo de otra manera, entendiendo tantas cosas y
relacionándolas con los lugares recorridos en estas tierras. Y aunque no fuimos
a Aracataca todavía (porque pienso hacerlo a la vuelta de Venezuela) tengo la
certeza de que en Macondo cualquier similitud con la vida real no es pura
coincidencia.
Y ya que estamos en esto, les voy a contar las peripecias de
la salida de Colombia y la entrada a Venezuela.
No me gustaría decir que Venezuela no quería que fuéramos,
por lo que elijo decir que Colombia no nos quería dejar ir.
Desde lo sucedido en la frontera Bolivia-Perú, que
intentamos cruzar un domingo y nos vimos envueltos en una mega fiesta en el
medio de la ruta justo en la frontera, nos habíamos prometido que a partir de
allí siempre cruzaríamos fronteras en días de semana.
Pero siempre hay un pero. Una pareja de Holandeses que
conocimos, que vivieron mucho tiempo en Surinam e hicieron la famosa ruta de
Guyana nos sugirieron entrar a Venezuela un domingo, para que no haya tantos
autos. No sabemos bien porqué pero se forman unas filas interminables y
supuestamente el domingo iba a ser "menos peor".
Quilombo para salir de Bolivia! |
La cosa es que hacia allí fuimos un sábado, un poco a las
corridas porque se nos hacía de noche y nosotros nunca viajamos de noche, pero
al llegar al peaje antes de Maicao, último poblado de Colombia, nos dijeron que
la frontera iba a estar cerrada el domingo por elecciones del Senado en
Colombia. Cuales son las probabilidades de querer cruzar la frontera el día de
las elecciones? Si como mucho hay una o dos cada 2 años! Esa es nuestra suerte!
Ya era muy de noche y decidimos quedarnos a dormir en el
peaje para no seguir manejando. Fuimos a hablar con el de seguridad, que muy
enojado nos dijo que no podíamos quedarnos ahí (en realidad sabíamos que
podíamos porque era un lugar recomendado por otros viajeros). Después de
indagar en la negativa, nos llegó a decir que la guerrilla podía bombardear el
lugar, en un español inentendible que parecía otro idioma. En eso apareció el
capo del peaje, y ante nuestra pregunta dijo que obvio nos podíamos quedar, que
éramos viajeros, estábamos cansados y que mejor no siguiéramos de noche. El de
seguridad nos odió por que el otro lo había desautorizado, pero no le dimos
bolilla. Nos quedamos igual.
A la mañana, preguntamos a algunas personas más y todas
decían lo mismo, que la frontera estaba cerrada. Y aún sin creerlo, seguimos avanzando
hasta que nos encontramos con la policía en la ruta. Preguntamos y adivinen
que? Estaba cerrada!
Eran las 9 de la mañana de un domingo, y Maicao, como toda
ciudad fronteriza, no es para nada lo que se llamaría linda. Así que nos
encerramos todo el día en un hotel. Creo que podría calificar como el peor de
todos los hoteles en los que estuvimos en el viaje, que no son tantos. No había
mucha opción, porque el calor es insoportable. Gaby, por su profesión, fue
muchas veces a grabar escenas a distintas cárceles y nos reíamos porque decía
que este hotel era mucho peor que estar preso. Y bue, es lo que había!
Al día siguiente, con la primera luz del día encaramos para
la frontera. Del lado colombiano, todo bien y rápido. Pero del lado venezolano,
cuando llegó la parte de hacer el trámite del auto, estuvimos 3 horas (si, 3
horas) esperando para que puedan imprimir un papel, porque no se que problema
había con la impresora, cuando estábamos en una oficina con mínimo 10
computadoras cada una con su impresora. Poco antes de que puedan imprimir el
papel, uno de los funcionarios, que no se caracterizaba por ser el más amable y
simpático del mundo, nos pide si podíamos llevarlo hasta Maracaibo. Le
explicamos que aunque nos daba mucha pena no poder llevar a nadie, el auto esta
preparado para poder dormir y no tiene asientos traseros, por lo que no
podíamos llevarlo.
Más tarde, caímos en cuenta de algo, aunque siempre nos va a
quedar la duda. Tal vez el señor nos quería hacer esperar a que termine su
turno para llevarlo a Maracaibo y por eso se hacía el que no podía imprimir el
papel.
En fin, superado eso, avanzamos por las rutas venezolanas,
con un poco de miedo debo reconocer.
El hecho de que todo el mundo te diga que Venezuela es
peligroso, que en Venezuela te van a robar, que la policía y la guardia
nacional te van a secuestrar el auto, hace que indefectiblemente te mentalices
para cualquier cosa.
Pero confiamos en la gente y vamos con buena energía, y
siempre siempre con buena onda y una gran sonrisa a las autoridades, teniendo fe
de que eso genera buena energía del otro lado.
Y así fue. Y aunque no nos detuvimos mucho a conocer
Venezuela porque teníamos que llegar a las Guyanas antes de la época de
lluvias, vamos a volver por más.
De la policía, el único recuerdo que nos quedó fue de el del
Comandante Espinoza, que fue el único que nos paró en un control. Bastante
nerviosos esperando que nos pidiera cualquier cosa e inventara algo para
complicarnos, bajamos el vidrio y del otro lado nos encontramos con una
sonrisa, un saludo amistoso, el deseo de un buen viaje y la promesa de
saludarlo a nuestro regreso para mostrarle las fotos de nuestro paseo por
Venezuela.
Y que sigan pegando baneritas,cada una es un lindo trofeo.besos castelarenses
ResponderEliminarYa tenemos la mitad de banderitas! Todavía no podemos creerlo! Seguimos disfrutando y esperando más del viaje! Saludos viajeros! Flor y Gaby
EliminarFelicitaciones por el amor a conocer cosas nuevas que tienen y por la redacción del articulo, espero el viaje les siga deparando buenas aventuras!
ResponderEliminarGracias Ale por tus palabras! Mensajes como estos nos dan fuerzas para seguir adelante! Saludos viajeros! Flor y Gaby
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