A los pocos días que llegamos a México nos visitó Mirta, la
mamá de Gaby. El encuentro tuvo lugar en Tulum, una de las mejores playas de
este país, y durante 15 días nos comportamos como turistas, cambiando nuestro
comportamiento habitual durante este viaje. Esta bueno de vez en cuando habitar
una casa, tener heladera, bañarse en una ducha con agua caliente y mirar un
poco de televisión. Es como un corte en
el viaje, son como unas vacaciones.
Pero a diferencia de las vacaciones, cuando todos quieren salir,
ir a la playa, visitar lugares, ir a comer afuera, comprar artesanías y
regalitos, etcétera, etcétera, nosotros preferiríamos quedarnos adentro de la
casa y descansar de estar en la calle. Esto se debe a que siempre estamos en la
calle: Cocinamos y comemos en la calle, nos bañamos en la calle, hacemos todo
el tiempo una vida puertas hacia afuera. Muchas veces nos pasa que viene gente
a charlar y suele ser genial, hay un intercambio y todos aprendemos. Pero otras
veces la gente solo viene y se nos queda mirando, y no se va, y no siempre
tenemos la energía que se necesita para entablar una conversación con una
persona desconocida, sobre todo en la mañana cuando recién nos levantamos y nos
miran mientras desayunamos. No podemos irnos ni “meternos adentro” porque no
hay un adentro, solo lo hay para dormir.
Obviamente durante esos 15 días no nos quedamos guardados y
paseamos por todos lados. Fuimos mucho a la playa, incluida una en donde se
puede nadar con tortugas, visitamos las ruinas de Tulum y de Cobá para aprender
un poco sobre la Cultura Maya, fuimos a 3 cenotes diferentes que estuvieron
espectaculares, y hasta un día nos levantamos a las 5.30 de la mañana para ir a
ver el amanecer.
Estar en México significa, según las “estadísticas”, estar
en el último país “peligroso” de este viaje. Las noticias que se conocen de los
países de Sudamérica, Centroamérica y México nunca son buenas, aunque hemos
aprendido que las de la televisión, por sobre todo, son realidades
distorsionadas. Se muestra lo que se quiere mostrar y se tapa lo que no quieren
que la gente sepa. Así, visitando cada uno de los países a lo largo de estos 16
meses, hemos aprendido de su gente, estando en la calle justamente, sin que
ningún noticiero nos lo cuente.
Creo que las historias más duras que me ha costado asimilar
han sido las de las de las dictaduras y guerras civiles que tuvieron lugar en
casi todo el continente. Claro que la historia de Argentina me conmueve y me duele
porque es nuestra, pero afortunadamente nací con la democracia y no quisiera ni
imaginar una Argentina sumida en la dictadura nuevamente. Pero aprender de
otras realidades y darme cuenta de que la historia de Argentina ha sido, por
decirlo de alguna manera, menos cruda, me duele aún más.
Me duele saber que en Colombia el conflicto armado se han
cobrado más de 200.000 vidas y que incluso hasta el día de hoy hay personas
secuestradas y desaparecidas.
Me duele saber que Panamá ha sido controlado tantos años por
Estados Unidos y que pudo liberarse y tomar el control del Canal recién en el
2000, cobrándose la vida de muchas personas.
Me duelen las guerras civiles de Nicaragua, El Salvador y
Guatemala, en donde los acuerdos de paz llegaron a fines de los años 90 y más
de 500 mil personas murieron en el camino.
Me duele que en
Honduras se haya llevado a cabo un golpe de estado derrocando al presidente
democrático en el año 2009.
Y me duele que en México, hoy, haya 43 estudiantes del
estado de Guerrero desaparecidos por orden de un Alcalde corrupto. Se trata del
caso de Ayotzinapa,
sucedido a fines de septiembre, hace ya dos meses.
Pero más me duele que las noticias, otra vez, tapen esto con
la muerte de Chespirito. Quien no miró El chavo del ocho o El chapulín
colorado? Todos nos divertimos con esos personajes en nuestra infancia. Me
entristece la muerte de su creador pero su importancia debería ser menor al del
caso de los estudiantes desaparecidos.
Una de las noches en las que salimos a cenar en Tulum había
una marcha en la que se pedía justicia por los 43 estudiantes, una de las
tantas que se realizaron en todo el país. Y ahí estaba yo, una turista más,
sentada en una mesa en un restaurante tomando una cerveza.
En ese momento tuve mi pelea interna, un debate que se llevó
a cabo dentro de mí misma. Debía seguir ahí tranquila conversando y disfrutando
del momento? O debía levantarme y unirme a esa marcha?
Los distintos cantos se atropellaban en mis oídos:
“Vivos se
los llevaron, vivos los queremos”,
“Por qué, por qué, por qué nos asesinan? Si
somos la esperanza de América Latina”.
Quise sumarme a la marcha, debería haberlo hecho, pero no lo hice, no tuve el coraje de
levantarme de la mesa y participar de esa lucha. Por eso les pido perdón a los 43, a donde sea que estén.
Ótima reflexão!
ResponderEliminarGracias por transmitirnos las vivencias, cariños.
ResponderEliminarAdrian
Latinoamerica esta unida, en la voz de la gente que quiere algo bien...
ResponderEliminarEl poder y la corrupcion son el cancer de nuestra sociedad, siempre lo he dicho el viajar te abre la mente y que bueno que veas que nos pasa en Mexico, no todo es robo y muerte, pero tambien la gente debe estar enterada, y a mi no me importa Roberto Gomez Bolaños, me importa la gente honesta y humilde, saludos