martes, 3 de marzo de 2015

Unos días en Oaxaca (pronúnciese Uajaca)

A veces sentimos que ya no nos sorprendemos tanto como al principio del viaje, y sea como sea, seguimos manteniendo la idea de que no nos gusta ver fotos de los lugares a los cuales queremos ir. Por qué? Porque queremos seguir sorprendiéndonos. Claro, después de ver 800 iglesias o 300 mercados, llega un momento en el que más o menos muchos se parecen. Pero cuando se trata de la naturaleza sigue habiendo lugares increíbles que no nos imaginábamos que existieran.


Esto nos pasó en la ciudad de Oaxaca, en el estado con el mismo nombre. Una palabra rara para nosotros, aunque fácil comparada con tantas otras tan comunes en México. Creemos que la palabra Oaxaca, jamás pero jamás la hubiéramos pronunciado así si no hubiéramos escuchado a otros decirla. Hoy, la tenemos incorporadísima a nuestro vocabulario, como muchas otras de los  países que visitamos.
Hace unos meses, en Guatemala, conocimos a Summer, una chica de Estados Unidos que vive en Oaxaca. Nos veníamos escribiendo y nos encontramos de casualidad cuando estuvimos en la costa. Ella no tenía lugar para que nos quedemos en su casa y nos ayudó divulgando el pedido de hospitalidad. La gente es tan genial, que recibimos algunas invitaciones. Así fue como llegamos a casa de Kati, que es música, donde nos quedamos unos días para conocer esta ciudad y sus  alrededores.


El camino desde la costa tuvo 567 curvas, o un poco más o un poco menos, no sabemos con exactitud. Lo que sí sabemos es que fue bastante mareante y lleno de vegetación hasta la mitad del trayecto, después se hizo más fácil y se secó. Si, empezaron a desaparecer los árboles y el verde, y mis labios automáticamente pidieron manteca de cacao. Seco seco.


Al llegar a la ciudad, hicimos lo de siempre: empezar a ubicarnos. Saber dónde queda el zócalo (plaza), el mercado, buscar un mapa, dejar el auto y dar una vuelta caminando. Lo primero que nos sorprendió fue que la plaza estaba llena de carpas de maestros, en constante reclamo, algo ya  habitual en esta ciudad, pero esta vez se sumaba la lucha por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.


Más tarde fuimos para la casa de Kati, y nos quedamos charlando horas. Era su primera experiencia como couchsurfer, y estaba muy feliz de conocer nuestra historia. No podía creer que estuviéramos juntos desde hace tantos años y más aún viajando y compartiendo las 24 horas del día. Según ella, gracias a nuestra historia, aún hay esperanza en el amor!

Estuvimos un día completo recorriendo la ciudad, caminando por sus callecitas a ritmo lento y pausado. Almorzamos con Summer en el mercado y finalmente probamos el famosísimo mole.









El mole es una comida típica, que se disputa su origen entre Oaxaca y Puebla. Se trata de una salsa hecha con muchas clases de chile y otras especias, que se usa para acompañar pollo o carne. En Oaxaca dicen que hay 7 clases de mole. En el mercado, nos dieron a probar entre tres clases: El mole negro (que es bien oscuro y tiene cacao, por eso su sabor achocolatado), el mole coloradito y el verde. Nos decidimos por el coloradito y no nos arrepentimos!






Al día siguiente hicimos tantas cosas que no parece que fuera un solo día.
Nos levantamos muy temprano para visitar Hierve el Agua, un lugar increíble, ese que nos sorprendió nuevamente. Son aguas termales pero frías, con mucho azufre, que brotan desde la montaña y en su avance van dejando sedimentos. Vista desde arriba, se forman unas piscinas panorámicas al borde de la montaña donde te podés bañar. Si caminás un poco y le das la vuelta, vas a ver una cascada petrificada formada durante muchísimos años.








Hicimos bien en llegar muy temprano porque pudimos disfrutar del lugar solos y sin tanto calor. A medida que pasaban las horas, subía la temperatura y con ella la cantidad de gente que iba a visitar el lugar.
Sin duda este fue uno de los lugares más lindos que hemos visto en México!





Desde allí, nos fuimos a conocer acerca del proceso de fabricación del Mezcal, una bebida típica de México hecha con Maguey, una especie de cactus. Es una bebida destilada y en Oaxaca hay muchas variedades, hasta con el famoso gusano! Para darle un paralelismo, el tequila es sólo un tipo de mezcal.







Avanzamos hasta Teotitlán del Valle, pueblo en el que su gente se especializa en el tejido en telar. Hablamos con el Señor Porfirio Santiago Méndez, de “Casa Santiago” quien nos contó que toda su familia se dedica al tejido. Lo hacían sus abuelos y ahora lo ayudan sus hijos. Ellos compran la lana directamente cortada de la oveja, la cardan, la cepillan muchas veces y luego la hilan con una rueca.






Con elementos sacados de la naturaleza, hacen todos los colores y tiñen la lana. Luego, según el tamaño de tapete que necesitan, usan los distintos telares para tejer y lograr los más variados y coloridos diseños. 





Le preguntamos si alguna vez se había olvidado algún punto o se había equivocado al tejer. Nos respondió que muy pocas veces, porque no tejen en forma automática, sino que están muy concentrados en el trabajo, y aunque estén uno al lado del otro, no charlan entre ellos.





El paseo terminó en otro pueblo llamado El Tule, donde se encuentra un árbol que se calcula tiene más de 2000 años, 42 metros de alto, 14 metros de diámetro y 58 metros de grosor. Está al lado de una iglesia y nos dio escalofríos de solo pensar en toda la historia que ha visto pasar por delante de sus “ojos”. Estaría buenísimo que nos pudiera contar algo de todo eso, no?  



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