sábado, 21 de junio de 2014

Nuestra primera experiencia en autostop


Poco antes de emprender nuestra travesía por las Guyanas nos enteramos que Guyana Francesa era particularmente costosa.
Como es territorio Francés, los precios están en Euros, aunque es más caro que Europa por estar del otro lado del Atlántico (1 kilo de tomates cuesta 7 euros). Además sabíamos que tendríamos que comprar un seguro para el auto que era excesivamente costoso para solo una semana que pensábamos estar en este país. Y si no íbamos en la Kangooneta, no tendríamos donde dormir.


Lo habíamos descartado de nuestro plan de viaje hasta que pensamos en intentar suerte con Couchsurfing. Y si funcionaba, la idea era dejar el auto en Surinam y viajar a dedo. Teníamos que volver por el mismo camino que habíamos ido, así que era lo mismo.
Llegando a Surinam recibimos 2 invitaciones de Couchsurfing y no lo dudamos. Las aceptamos y nos organizamos para ir. Iba a ser la primera vez que nos separábamos de la Kangooneta por una semana. Teníamos que  buscar un lugar seguro para dejarla, y hacer unos mini bolsos.  Nada complicado.
Averiguamos la manera más barata de llegar a Albina, la última ciudad de Surinam a orillas del Río Maroní. Nos levantamos al amanecer para conseguir lugar en un bus que por menos de U$S 3 nos llevaría muy cerquita de “Europa”.
Al bajar del bus se nos acercaron en malón distintas personas que nos ofrecían cruzarnos al otro lado en unos barquitos llamados piraguas (pirogues). Y el sello en el pasaporte? Nos decían que nos llevaban en el mismo barquito, pero nos daba desconfianza.
Preguntamos por la oficina de Migraciones y fuimos caminando. Allí nos sellaron la salida de Surinam y nos indicaron donde tomar el ferry. Pero había que esperar 2 horas y nos sugirieron tomar un barquito. Lo aceptamos porque lo había recomendado el señor de la Aduana, sino nos hubiéramos clavado esperando el ferry.



Minutos más tarde llegábamos a Saint Laurent do Maroni, en territorio europeo.
Otra vez en migraciones, presentamos los pasaportes. El tipo se los queda mirando y se va hasta la otra punta de la oficina para buscar en una lista pegada en la pared si necesitábamos visa. No encuentra nada, pero no sabemos porqué no se quedó tranquilo. Llama por teléfono a no sabemos quién y pregunta (esto es en parte nuestra imaginación porque no entendemos ni jota de francés). Mientras está esperando en línea nos empezamos a inquietar. Y si necesitamos visa? Y si no nos dejan entrar? Para colmo nos habíamos olvidado los papeles de la Aduana donde decía que teníamos nuestro auto en Surinam.
Al ratito entra un compañero y suponemos que le preguntó por nosotros. El recién llegado le hizo un gesto con la mano y acto seguido, sin preguntas de por medio, teníamos nuestros pasaportes sellados y entrábamos oficialmente en Francia.




Cárcel en Saint Laurent do Maroni. No fuimos a las Islas del Diablo pero esto se le parece...




En Guyana Francesa no existe el transporte público con el concepto que el resto de Sudamérica tiene. Para viajar de Saint Laurent do Maroní a Kourou, ciudad donde nos esperaba nuestro primer anfitrión de Couchsurfing, la módica suma del taxi colectivo era de 25 euros cada uno.
Caminamos hasta la salida de la ciudad bajo el rayo del sol en pleno mediodía. Una de las primeras imágenes fue unos nenes haciendo dedo y sentimos que nos iba a ir bien. Minutos más tarde nos levantaría Cherifa, una chica francesa, quien nos saludó en perfecto español y nos explicó que a esa hora no era muy fácil conseguir que nos lleven, que era recomendable por la mañana. De todos modos, nos llevó unos 30 km más adelante, justo en la bifurcación de dos caminos, donde tal vez tendríamos más suerte. Nos dejó su número de teléfono por cualquier cosa que necesitáramos y nos ofreció su casa para cuando estuviéramos de regreso.

La casa de Cherifa en medio de la selva


Tres horas más tarde, luego de habernos tomado toda el agua que teníamos y sentirnos a punto de desmayar, nos rendimos. Fuimos hasta la única pequeña casita que había a unos metros y con lenguaje de señas pedimos un poco de agua y un teléfono para llamar a nuestra nueva amiga.
20 minutos más tarde, Cherifa sería nuestra rescatadora. Nos llevó a nadar al río Terre Rouge, nos presentó a varios de sus amigos (todos franceses que hablaban español) y nos invitó a tomar unas cervezas y a comer queso francés.


Esa noche dormimos en su casa, que queda en el medio de la selva, y al día siguiente a las 7 am estábamos nuevamente en la ruta con los pulgares hacia arriba.
15 minutos después, estábamos subidos a un auto que nos llevaba sin escalas hasta Kourou.

Autostop con aire acondicionado. Que nivel!

Esta foto fue tomada a nuestro regreso a Surinam.
Aunque la Kangooneta no fue a Guyana Francesa, quisimos poner la banderita igual.

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