Después de recorrer la Gran Sabana volvimos a Puerto Ordaz,
a la casa de Victoria (la tía del esposo de mi prima Dani). Ella vive aquí hace
mas de 30 años. Vinieron por el trabajo de su esposo con los 3 hijos cuando
eran muy chiquitos y se terminaron quedando. Los chicos han hecho su vida en
Venezuela, formaron familia y se sienten más de aquí que de allá, aunque
Victoria los acostumbró a las comidas típicas de Argentinas, como a nosotros
nos hizo unas buenísimas milanesas con puré.
Nos quedamos allí unos días disfrutando de la calidez del
hogar y volviendo loca a Victoria que nos llevaba de acá para allá: a pasar un
día en la pileta del club, a cambiar el aceite del auto, al museo de la represa
hidroeléctrica, a comprar pasajes para el ferry para ir a Isla Margarita, a la
farmacia porque yo estaba engripada, a ver la unión de los ríos Caroní con el
Orinoco, etcétera, etcétera…
Dejando Puerto Ordaz nos esperaba Isla Margarita, La Perla
del Caribe o la “Isla más chévere”, donde nos encontraríamos con mis padres.
Nuevamente recibiríamos el cariño de los nuestros, abandonaríamos la Kangooneta
por unos días, comeríamos distinto y recibiríamos cosas ricas traídas
especialmente para nosotros, para que no extrañemos tanto.
Fueron días de hacer poco, charlar mucho y comer más.
Los primeros los pasamos en Playa el Agua con una escapada a
Playa Zaragoza.
Después nos mudaríamos a Playa el Tirano y por último a la
Isla de Coche.
Las playas de Margarita no fueron lo que esperábamos.
Teníamos idea de encontrarnos con un mar planchado, como esas imágenes que uno
se hace del Caribe, pero eran todo lo contrario. En general tenían mucho oleaje
y agua no tan calentita (la de Zaragoza era como meterse en el mar en Mar del
Plata en julio).
Playa Zaragoza |
Pero lo que no tiene Margarita en playas, lo tiene en mega
complejos hoteleros y centros comerciales. El boom comenzó a darse porque es
una zona libre de impuestos y como acá se chupa bastante, todos van con ese
objetivo. Todos van de compras y no ves a nadie sin cajas de whisky, vodka o
ron. Todos van a la playa con conservadoras (acá les dicen cavas) y como bien
nos dijo un venezolano: El que no tiene una cava, no quiere a su madre.
La segunda noche con mis padres estábamos volviendo de
cenar, cuando en la recepción del hotel nos encontramos con un guardia del
parador de la playa que había ido a avisar a otros huéspedes que había una
tortuga desovando. Si hubiéramos llegado al hotel 2 minutos antes o 2 minutos
después, nos perdíamos el espectáculo.
En Surinam cobraban mas de 100 euros para ir a ver tortugas.
En Guyana Francesa intentamos verlas pero no tuvimos suerte. Y aquí, sin
buscarlo, se nos presentaba la oportunidad.
Una madre gigante y soltera en un acto de amor, dejando mas
o menos 400 huevitos enterrados en la arena, a fuerza de lágrimas, en un lugar
donde ella determinó que la temperatura era la correcta. Y nuestra pregunta,
porqué eligen ese lugar? Porqué aquí y no otras playas? Porque aquí nació ella.
Y tuve que hacer fuerza para contener las lágrimas, porque
no puedo entender como, en la inmensidad del mar, logró encontrar el lugar
donde su madre hizo lo mismo unos años antes.
La tortuga hizo lo que tenía que hacer y volvió al mar. Sus
hijos van a nacer 45 días después y ella nunca va a estar ahí para verlos.
Y después las madres (no solo las nuestras, todas) se
desesperan porque no saben nada de nosotros por algunos días, porque no
contestamos el teléfono o por saber si estamos comiendo bien.
Otro espectáculo de la naturaleza que no deja es
maravillarme son los pelícanos, cuando vuelan tan bajito que parece que
acariciaran la superficie del mar y van en grupos haciendo coreografías en el
aire. Pero lo mas zarpado es cuando se zambullen para agarrar un pescadito que
divisaron desde arriba. Van volando, pliegan las alas y “se tiran” desde unos 5
metros de altura, si no más. No se si les dolerá, pero tiene toda la pinta que
sí.
Nos cruzamos a la Isla de Coche en un paseíto de 45 minutos
en barco que no le recomiendo a nadie. Varias veces tuve la sensación de que se
iba a dar vuelta. La embarcación era muy precaria y el capitán iba balanceando
el barco con su cuerpo. Definitivamente no estoy hecha para el mar.
Esa playa sí que es el Caribe! Aunque bastante ventoso, en
la Isla de Coche la arena es blanca, la playa es amplia, el mar es
transparente, no hay olas y el sol se pone en el mar como me gusta.
Tuvimos la oportunidad de comer ostras y otros bichos del
mar (había unos que se llamaban “Rompecolchón o“Rompecatre”). Entiendo que para
quienes viven allí es normal conocer todos los nombres de estos bichos, pero
ellos no entienden que para nosotros no.
- - De que son las empanadas?
- - De “Pepitona”
- - Ahhh y que es? Como un marisco?
- - No, pepitona es pepitona! (mientras nos miraban
con cara de “no entendés nada”)
- - Ok, gracias! Deme cuatro.
Con muchas anécdotas y recuerdos de la familia, tuvimos que
despedirnos de mis padres. Ellos se volvieron a Argentina y nosotros seguimos
con nuestro viaje.
Las tetas son helados en bolsita con forma de teta. Estallamos de la risa cuando mi papá le preguntó a la señora si tenía tetas! |
Fuimos a recorrer Pampatar, un barrio de Margarita, en donde
visitamos el Castillo San Carlos de Borromeo y el faro de Punta Ballena, donde había que caminar esquivando las cagadas de
los gaviotines y pelícanos que estaban ahí planeando. Bromeando, le dijimos a
la chica de seguridad que tendrían que alquilar paraguas, pero nunca entendió
el chiste.
Nos encontramos con una familia argentina viajera (Quique,
Marisa, Eden y Fede) y fuimos con ellos y Jorge y Claudia (argentinos que viven
allí hace como 20 años) a La Restinga, un parque nacional de manglares, y al
Museo del Mar.
Estuvo buenísimo el paseo y lo más sorprendente de todo fue
ver estrellas de mar agarradas a las raíces de los manglares. Vimos también una
garza enorme y aunque nos dijeron que había caballitos de mar, preferimos que
no los busquen. Son muy frágiles y dicen que cuando los agarran para mostrar a
los visitantes, se estresan mucho.
Terminamos el día en la playa charlando y comiendo
alfajores!
De los manglares salen las ostras que se venden en la playa |
Antes de irnos de la isla, Jorge y Claudia nos hospedaron en
su casa. Como siempre, preguntamos por un lugar seguro para estacionar y dormir
y ellos nos ofrecieron una habitación. El viaje y la gente no deja de
sorprendernos!
Queremos más alfajores!
ResponderEliminarFederico y Eden
Que bueno chicos que les hayan gustado!! Traigannos ustedes a nosotros!
EliminarAbrazo!
Tremenda fotografía Gabi. Sigan escribiendo, ya se acerca nuestra hora. Un abrazo enorme a los dos.
ResponderEliminarGracias por los halagos!!! Mucha suerte con los preparativos!! Abrazo!
Eliminar¡ Qué lindo haber podido compartir con Uds. esos días!!!!
ResponderEliminarBesos mil.
El placer fue nuestro!!! Abrazos viajeros!!
EliminarQue lindo y que divertido que lo cuentan! Se goza cada blog que publican! Y no queda mas que pedir que sigan asi....Donde sera nuestro proximo lugar de encuentro?! :-) Mami Mirta
ResponderEliminarMuchas gracias!!! Que bueno que lo disfruten! Nos vemos en el futuro!
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