viernes, 6 de junio de 2014

Reparation Day en Surinam, un día en contra del colonialismo y la esclavitud


“Mi primer recuerdo de felicidad, cuando era una mocosa huesuda y desgreñada, es moverme al son de los tambores y ésa es también mi más reciente felicidad, porque anoche estuve en la plaza del Congo bailando y bailando, sin pensamientos en la cabeza, y hoy mi cuerpo está caliente y cansado. (…) Golpeo el suelo con las plantas de los pies y la vida me sube por las piernas, me recorre el esqueleto, se apodera de mí, me quita la desazón y me endulza la memoria.
<< Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es libre… mientras baila >> me decía. Yo he bailado siempre.”
 Isabel Allende, La isla bajo el mar


Así empieza este libro que leí hace mucho tiempo y me vino automáticamente a la cabeza el día que vi bailar al ritmo de la música a unos nenitos en un parque de Paramaribo llamado Palmentuin. En algunos era un baile casi involuntario, que les nacía de adentro, como si no pudieran evitar moverse. En otros era consciente y se notaba que lo estaban disfrutando, como si nada más importara, como si nadie los estuviera mirando.
Y me acordé de este libro; que es la historia de esclavos africanos en las plantaciones de caña de azúcar en lo que hoy es la isla de República Dominicana y Haití. Y aunque cambiemos el lugar, la historia es la misma para todos.  



Eran los festejos por el Reparation Day (Día de la Reparación), que se empezó a conmemorar en todos los países independientes que fueron colonias, algunos hasta no hace tanto. Es un día para la reflexión, para intentar “reparar” de alguna manera el daño que le hicieron a tanta gente.
Es un día en contra del colonialismo y la esclavitud.


Había un grupo de Amerindios con trajes típicos cantando y bailando, invitando a la gente a participar de sus rituales. Tenían en un recipiente un líquido que nos convidaban para mojarnos la cara, copiando lo que ellos hacían. Tenía un olor muy aromático, igual al que habíamos sentido cuando estuvimos en el mercado.






También había un grupo de rastafaris tocando música y cantando, incluidas familias enteras con chicos. Y una banda llamada Super Surinam que tocando reggae.



Comidas típicas por doquier y la infaltable cerveza Parbo Bier, agua de coco frío y banderas de Surinam adornando el Palmentuin, este parque que inicialmente era parte de la Casa de Gobierno, pero que con el tiempo se convirtió en un lugar de acceso público, con mucha sombra, ideal para refrescarte del sol torturante del día.






Siendo el más nuevito de los países de Sudamérica, tiene unas cuantas similitudes con Guyana, aunque está mejor mantenido en cuanto a sus construcciones y limpieza.
Surinam había sido Colonia Inglesa antes de ser Holandesa, por lo que se maneja del lado izquierdo, y tiene una mezcla de cultos y religiones tan diversos que provienen de sus tantas inmigraciones de África, India, Isla de Java y China, fusionados con las comunidades Amerindias que son nativas. Todos conviven en total armonía. Tal es así que se puede encontrar una Sinagoga al lado de una Mezquita, y figuras Hindúes por todos lados.




 La viva prueba de esto también la podés encontrar en el Mercado Central, donde además de los productos clásicos como frutas y verduras, pescado seco con sal y especias, hay un sector exclusivo para productos que creemos que son medicinales o para rituales, en donde hay botellas llenas de pedacitos de maderas, bolitas, hojas secas. Intentamos preguntar a las señoras de que de trataba todo eso, pero con ellas fue difícil comunicarnos y no entendimos mucho.
Medio a escondidas quisimos tomar fotos, ganándonos los gritos de todas.


El fotógrafo no siempre tiene la toma perfecta. Sepan disculparlo.
Visitamos también un Museo del Ron, donde además de aprender algo acerca de las distintas maneras de hacerlo, vimos las mismas botellitas que en el mercado. Hablando con una persona del lugar, se confirmaron nuestras sospechas. Esas maderitas suelen mezclarse con un ron de 90º para hacer distintos tipos de rituales. También hay personas que lo toman o lo usan para cocinar.  





“Hacía mucho tiempo que Teté no sentía el impulso volcánico de la danza en una calenda, había pasado mas de un año asustada en la plantación, acosada por los aullidos de los condenados en Le Cap, huyendo, despidiéndose, esperando. Le subió el ritmo desde las desnudas plantas de los pies hasta el nudo de su tignon, el cuerpo entero poseído por los tambores con el mismo júbilo que sentía al hacer el amor con Gambo. Soltó a los niños y se unió a la algazara: esclavo que baila es libre mientras baila, como le había enseñado Honoré. Pero ella no era esclava, era libre, solo faltaba la firma del juez. ¡Libre, libre!”

Isabel Allende, La isla bajo el mar.


6 comentarios:

  1. Cuando un libro es capaz de despertarnos estas asociaciones es porque habrá merecido la pena leerlo. Y claro, es el caso de "La isla bajo el mar" de Isabel Allende. Además de ser un excelente blog de un viaje a Surinam nos estás ofreciendo una excelente recomendación de lectura.
    Bien!!!! Viajemos con los libros y la Kangooneta.

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    1. Fue un gran libro para leer! Lo recomendamos!
      La lectura es algo que intentamos no abandonar en el viaje, aunque a veces sea difícil encontrar los momentos...
      Saludos viajeros!

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  2. Gracias por compartir tan bello relato y buenas tomas fotograficas, estamos haciendo la cola para comprar su libro primera edicion, besos.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias! Ojalá algún día podamos publicar un libro... quien sabe!
      Saludos viajeros

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