“Mi primer recuerdo de felicidad, cuando era una mocosa
huesuda y desgreñada, es moverme al son de los tambores y ésa es también mi más
reciente felicidad, porque anoche estuve en la plaza del Congo bailando y
bailando, sin pensamientos en la cabeza, y hoy mi cuerpo está caliente y
cansado. (…) Golpeo el suelo con las plantas de los pies y la vida me sube por
las piernas, me recorre el esqueleto, se apodera de mí, me quita la desazón y
me endulza la memoria.
<< Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es
libre… mientras baila >> me decía. Yo he bailado siempre.”
Así empieza este libro que leí hace mucho tiempo y me vino
automáticamente a la cabeza el día que vi bailar al ritmo de la música a unos
nenitos en un parque de Paramaribo llamado Palmentuin. En algunos era un baile
casi involuntario, que les nacía de adentro, como si no pudieran evitar
moverse. En otros era consciente y se notaba que lo estaban disfrutando, como
si nada más importara, como si nadie los estuviera mirando.
Y me acordé de este libro; que es la historia de esclavos
africanos en las plantaciones de caña de azúcar en lo que hoy es la isla de República
Dominicana y Haití. Y aunque cambiemos el lugar, la historia es la misma para
todos.
Eran los festejos por el Reparation Day (Día de la
Reparación), que se empezó a conmemorar en todos los países independientes que
fueron colonias, algunos hasta no hace tanto. Es un día para la reflexión, para
intentar “reparar” de alguna manera el daño que le hicieron a tanta gente.
Es un día en contra del colonialismo y la esclavitud.
Había un grupo de Amerindios con trajes típicos cantando y
bailando, invitando a la gente a participar de sus rituales. Tenían en un
recipiente un líquido que nos convidaban para mojarnos la cara, copiando lo que
ellos hacían. Tenía un olor muy aromático, igual al que habíamos sentido cuando
estuvimos en el mercado.
También había un grupo de rastafaris tocando música y
cantando, incluidas familias enteras con chicos. Y una banda llamada Super
Surinam que tocando reggae.
Comidas típicas por doquier y la infaltable cerveza Parbo
Bier, agua de coco frío y banderas de Surinam adornando el Palmentuin, este
parque que inicialmente era parte de la Casa de Gobierno, pero que con el tiempo
se convirtió en un lugar de acceso público, con mucha sombra, ideal para
refrescarte del sol torturante del día.
Siendo el más nuevito de los países de Sudamérica, tiene
unas cuantas similitudes con Guyana, aunque está mejor mantenido en cuanto a
sus construcciones y limpieza.
Surinam había sido Colonia Inglesa antes de ser Holandesa,
por lo que se maneja del lado izquierdo, y tiene una mezcla de cultos y
religiones tan diversos que provienen de sus tantas inmigraciones de África,
India, Isla de Java y China, fusionados con las comunidades Amerindias que son
nativas. Todos conviven en total armonía. Tal es así que se puede encontrar una
Sinagoga al lado de una Mezquita, y figuras Hindúes por todos lados.
Medio a escondidas quisimos tomar fotos, ganándonos los
gritos de todas.
El fotógrafo no siempre tiene la toma perfecta. Sepan disculparlo. |
Visitamos también un Museo del Ron, donde además de aprender
algo acerca de las distintas maneras de hacerlo, vimos las mismas botellitas
que en el mercado. Hablando con una persona del lugar, se confirmaron nuestras
sospechas. Esas maderitas suelen mezclarse con un ron de 90º para hacer
distintos tipos de rituales. También hay personas que lo toman o lo usan para
cocinar.
“Hacía mucho tiempo que Teté no sentía el impulso volcánico
de la danza en una calenda, había pasado mas de un año asustada en la
plantación, acosada por los aullidos de los condenados en Le Cap, huyendo,
despidiéndose, esperando. Le subió el ritmo desde las desnudas plantas de los
pies hasta el nudo de su tignon, el cuerpo entero poseído por los tambores con
el mismo júbilo que sentía al hacer el amor con Gambo. Soltó a los niños y se
unió a la algazara: esclavo que baila es libre mientras baila, como le había
enseñado Honoré. Pero ella no era esclava, era libre, solo faltaba la firma del
juez. ¡Libre, libre!”
Isabel Allende, La isla
bajo el mar.
Super!!!
ResponderEliminarGracias Celio, sos un genio!
EliminarCuando un libro es capaz de despertarnos estas asociaciones es porque habrá merecido la pena leerlo. Y claro, es el caso de "La isla bajo el mar" de Isabel Allende. Además de ser un excelente blog de un viaje a Surinam nos estás ofreciendo una excelente recomendación de lectura.
ResponderEliminarBien!!!! Viajemos con los libros y la Kangooneta.
Fue un gran libro para leer! Lo recomendamos!
EliminarLa lectura es algo que intentamos no abandonar en el viaje, aunque a veces sea difícil encontrar los momentos...
Saludos viajeros!
Gracias por compartir tan bello relato y buenas tomas fotograficas, estamos haciendo la cola para comprar su libro primera edicion, besos.
ResponderEliminarMuchas gracias! Ojalá algún día podamos publicar un libro... quien sabe!
EliminarSaludos viajeros