Si cuando escuchás la palabra California te viene a la mente
una playa con olas gigantes, chicas en bikini, chicos surfeando, mansiones
millonarias, Hollywood y todo ese mundo
glamoroso, probablemente estés pensando bien, porque lo más conocido es eso. Pero
nosotros decidimos ver la otra cara de este gran Estado.
Entramos a California desde Las Vegas, pasando muy cerca de
Death Valley, y como su nombre lo indica, valle muerto, hace un calor tan
terrible que nada parece poder sobrevivir en este lugar. En el Parque Nacional
con el mismo nombre se registró la temperatura más alta del mundo (56.7°) en
1913, así que imagínense que no es un lugar en el que te quieras quedar mucho
tiempo.
Llegamos hasta Bakersfield a eso de las 5 de la tarde
pensando que el calor iba a aflojar pronto, pero no, era como estar adentro de
un horno. Las suelas de las ojotas se calentaban al caminar sobre el asfalto de
tan caliente que estaba todo. Habíamos visto en el mapa que el National Forest estaba
cerca y que un río pasaba por allí, así que nos fuimos de la ciudad buscando un
lugar más fresco para acampar por esa noche. Encontramos el río, pero la
geografía no era la más apta para dormir, había montañas a los dos lados.
No
pudimos resistirnos a refrescarnos en el agua que corría veloz esquivando
piedras en su camino hacia tierras más bajas y esperamos a que el sol se
encuentre más cerca del horizonte para seguir viaje. Hacia dónde? No teníamos
ni idea! Lo único que sabíamos era que no íbamos para Los Angeles ni para San
Diego, sino para el norte.
Avanzamos en la ruta pensando tal vez en quedarnos en algún
pueblito que marcaba el mapa, pero divisamos una estación de servicio
solitaria, rodeada de campos sembrados con frutas que sobreviven gracias al
riego con el agua que aprovechan de los ríos, porque donde no se riega, el
pasto es amarillo y nada crece. Pensamos que era el lugar ideal para quedarnos
a dormir. Había camiones y eso quería decir que lo más probable era que esté
abierta las 24 hs. Pedimos permiso y nos estacionamos a un costado. Todavía se
podía divisar algo de luz donde se había puesto el sol, y a pesar de que hacía
mucho calor aún, todavía teníamos el cuerpo fresco. Sacamos las sillas y nos
sentamos a mirar el campo y a escuchar el canto de los grillos. Lo único que faltó
fue una cerveza en la mano.
En los días que siguieron a ese, vimos unos cuantos paisajes
maravillosos que no queremos dejar de compartir, la visita a dos parques
nacionales muy conocidos y turísticos, aunque de alguna manera nos la
rebuscamos para mantenernos lejos de las multitudes.
Primero llegamos a Sequoia National Park, un lugar que
protege a una de las especies de árboles más grandes del mundo. Tuvimos frente
a nuestros ojos al árbol con más cantidad de madera del mundo. No es el más
alto, ni el que tiene mayor diámetro, pero sí tiene el mayor volumen y eso lo
hace estar en el puesto número uno!
Nos sentíamos tan chiquitos en esos bosques que nos hacía
recordar a la película “Querida encogí a los ñinos”. Claro, unos días ahí y se
te acostumbra la vista al tamaño de esos gigantes, pero nos dimos cuenta otra
vez de lo grosos que eran cuando fuimos a un bosque normal, en donde los
árboles no tenían el tronco tan grueso, sobre todo en la base. Cuantas personas
harían falta para abrazar a uno de esos? Unas cuantas!
Una de las atracciones del parque es el túnel el en árbol.
Resulta que un día común y corriente, sin previo aviso ni tormenta alguna, este
ejemplar se cayó. Así nomás, y ahí quedó, tapando el camino. Pero en vez de
sacarlo, lo hicieron puente. Y claro, nadie puede resistirse a esa foto!
Parece
que eso de caerse de un momento a otro es muy común en estos árboles y en los
Red Woods. No se les conocen enfermedades, tienen una corteza tan gruesa que
soportan los ataques de insectos y hasta los incendios. Pero tienen las raíces
tan superficiales, que éstas se van debilitando con el tiempo y ahí los
encontrás, en posición horizontal, alimentando el suelo para que otros árboles
puedan seguir creciendo. El maravilloso ciclo de la naturaleza. Y pensar que
algunos de estos árboles nacieron hace más de 2000 años. Cuantas cosas habrán
visto? Cuanta historia entre sus ramas? Si tan solo nos pudieran susurrar algo
de su sabiduría…
Y la estrella de nuestra visita al parque fue… un oso negro
bebé!
Íbamos por un sendero de gigantes, bastante entretenidos
sacándonos fotos con los árboles y riéndonos de los movimientos eléctricos de
los chipmunks (una especie de ardillita), cuando de repente nos gritan desde
lejos: cuidado que hay un oso.
Con más miedo que curiosidad retrocedimos un
poco y empezamos a cabecear buscando ver un oso gigante, con la idea de salir
corriendo en sentido contrario. Pero en su lugar encontramos un cachorrito, tan
tierno que no podíamos dejar de mirarlo. Era tan confianzudo que caminaba por el
mismísimo sendero para la gente, hasta que después de un rato se fue al medio
de un claro en el bosque y ahí aprovechamos para pasar rápido para no
molestarlo. Lo más probable era que la mamá protectora estuviera cerca. Es uno
de esos recuerdos que no se nos van a borrar nunca.
El segundo parque que visitamos fue Yosemite, que acá se
pronuncia “iosemiti”. Nos gusta aclararlo porque a nosotros nos tomó por
sorpresa y hasta nos divirtió, porque nunca en la vida lo hubiéramos dicho así.
Este fue el primer Parque Nacional del país, y por lejos el
más popular. Los campings dentro del mismo se reservan con más de 6 meses de
anticipación, así que imaginen la locura de gente, y más ahora que estamos en
primavera. Unas semanas antes de visitarlo nos
habían ofrecido una reserva que había hecho una persona que conocimos y
que no podía ir. La habíamos aceptado, pero unos días después dijimos que no.
Como nos pasa en general, no queríamos condicionar nuestro recorrido a una
fecha. Menos mal, porque llegamos más de una semana después.
A pesar de que es gigante, la mayoría de las personas
visitan solo el valle. Las formaciones de roca de granito que rodean el cañón
por el que pasa el río Merced son increíbles. El río se alimenta de agua de
deshielo que baja al valle por infinidad de cascadas que son muy caudalosas en
primavera y se secan a fines del verano.
Para tener una vista privilegiada y poder comprender la
geografía en su totalidad, fuimos hasta Glacier Point, desde donde vimos por
primera vez la famosa cascada de Yosemite Falls, la más alta de Estados Unidos
y la quinta más alta del mundo.
Una vez en el valle, nos recibió una gran tormenta para el
momento de sacar LA foto que todo el mundo saca. Así que en lugar de volvernos
locos, salir corriendo y aprovechar que no había nadie en ese momento, nos
preparamos unos mates y nos sentamos en la Kangooneta a esperar. Como dice el
dicho, siempre que llovió, paró, y esta no fue la excepción. Un largo rato más
tarde, ya con el sol en el cielo, tuvimos nuestra foto!
Nos habíamos tomado el día con calma y no nos había
alcanzado para hacer todo lo que queríamos, así que decidimos quedarnos un día
más. Pasamos la noche al costado de la ruta fuera del parque, puesto que no
teníamos reserva en el camping y nos habían echado del estacionamiento donde
pensábamos quedarnos. Todo por culpa de un gringo que conocimos que dijo que se
podía quedar (nosotros sabíamos que no y nos arriesgamos igual). Como a las 10
de la noche cuando estábamos por irnos a dormir, vinieron los Rangers (No los
Power Rangers, pero si, es chistoso, se llaman así y no encontré una traducción
acorde) y amablemente nos dijeron que no podíamos quedarnos dentro de los
límites del parque.
Tempranito estábamos arriba para hacer nuestra primera
caminata catalogada como “Extenuante”. Si hay algo genial de todos los parques
nacionales de Estados Unidos es que la información de las caminatas está
buenísima. Antes de elegir cual hacer, podés ver cuantas millas son, cual es la
elevación que vas a tener, un estimado de tiempo y que tan cansadora puede ser
(fácil, moderada, extenuante o muy extenuante). Hasta ese momento habíamos
hecho hasta moderada, pero como la recompensa sería la vista de una de las
cascadas más altas del mundo, nos animamos. Fue terriblemente agotadora. No
fueron muchas millas, pero era todo en subida y era un día bastante caliente.
Lo bueno es que casi todo nos tocó en sombra bajo el bosque y el regreso era en
bajada.
Nos habían quedado algunos lugares para visitar después,
pero estábamos tan cansados que medio lo hicimos sin ganas. Una corta caminata
nos llevó al Mirror Lake (Lago Espejo) y en el camino que iba bordeando el río,
encontramos un lugar para refrescarnos. Gaby se animó a meterse, pero si duró 3
segundos en el agua, fue mucho. Estaba demasiado fría!
De ahí nos fuimos para la costa, buscando el calorcito de la
playa en San Francisco y no lo encontramos, pero eso es parte de nuestra
siguiente historia! Gracias por seguirnos!
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