Siempre me pasó lo mismo. Tengo la
facilidad de pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos. Y así ando
hoy. Hoy es un día en el que amanecí feliz, de buen humor (cosa que no siempre
pasa), con una sonrisa dibujada que no me puedo borrar de la cara. Hoy es un
día en el que por un momento me cuestiono si soy digna de esta felicidad. Y de
un momento a otro, ese nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas.
Lágrimas de felicidad, de emoción, la misma situación del día en que salimos de viaje hace 25 meses.
Es como que la alegría de la llegada a Alaska hubiera llegado con “delay”, y es que a veces necesitamos un disparador, algo que nos agarre de los hombros, nos sacuda y nos diga: Te diste cuenta dónde estás? Hola!!! Llegaste a Alaska!!! Y ese sacudón, no fue otra cosa que haber sido testigos de algo mágico: AURORAS BOREALES.
Es como que la alegría de la llegada a Alaska hubiera llegado con “delay”, y es que a veces necesitamos un disparador, algo que nos agarre de los hombros, nos sacuda y nos diga: Te diste cuenta dónde estás? Hola!!! Llegaste a Alaska!!! Y ese sacudón, no fue otra cosa que haber sido testigos de algo mágico: AURORAS BOREALES.
Nosotros y la Kangooneta disfrutando de esta noche mágica |
Es como que pequeños puntos se hubieran
conectado y, contra todo pronóstico, fue el destino el que quiso que las
viéramos y que compartiéramos ese momento con amigos, como si necesitáramos
testigos para estar seguros de que fue real.
Todo esto se remonta a unas dos semanas
atrás, en Dawson City (Canadá), unos 100 km antes de la frontera con Alaska.
Allí, en el centro de visitantes, nos contaron que alguien había visto auroras
boreales. Veníamos de Inuvik, donde veíamos la puesta del sol a las 12 de la
noche y en donde aún no oscurecía completamente. En nuestras cabezas,
pensábamos que teníamos que estar acá en el invierno para poder verlas, y por
supuesto, no le creímos.
Días más tarde, ya en Alaska, vimos una
publicación de Pedro, a quien conocimos en Monterrey (México) diciendo que
se habían visto auroras boreales en Finlandia. Y eso hizo que encendiéramos un
alerta.
En otro centro de visitantes, volvimos a
preguntar y nos dijeron que tal vez a fines de agosto o inicios de septiembre a
la altura de Fairbanks, al norte de Alaska, había una remota chance de verlas.
Ya habíamos estado en Fairbanks y nos
dirigíamos al sur, por lo que perdimos las esperanzas. También nos dijeron que
había una página de internet con un pronóstico, como si fuera del clima, pero
no era muy certero. Lo primero que hicimos al conectarnos a internet fue buscar
esa página. Las auroras boreales estarían activas (nivel 4) esa noche, pero
nosotros estábamos bastante al sur e iluminados por las luces de Homer, en la
península de Kenai, por lo que ni siquiera hicimos el intento de levantarnos en
la mitad de la noche, a pesar de que el cielo estaba estrellado. Puede que nos
las perdiéramos. Nunca lo sabremos.
Y como para todo en la vida hay revancha,
nosotros tuvimos la nuestra y doble! Si, dos noches seguidas!
Estábamos nuevamente en Anchorage, la
capital de Alaska, y nos íbamos a encontrar con Juan y Bea. Juan comenzó un
viaje en bici desde la Patagonia (acá su blog) y desde Guatemala, viajan juntos. Ya
nos habíamos conocido en Nicaragua y queríamos encontrarnos, tal vez para
celebrar, tal vez porque sí. Nuestra idea era quedarnos por la tarde y seguir
viaje, pero los encuentros con viajeros nunca salen como lo planeamos, y terminamos
cenando juntos.
Cuando estábamos dando la noche por
terminada y salimos a la calle para despedirnos, miramos el cielo y nos dio
pena que estuviera mayormente nublado. El pronóstico para ese día también decía
que las auroras boreales estarían activas en nivel 4, pero con nubes y en el
medio de la ciudad, jamás imaginamos lo que pasaría después.
Juan señaló el cielo hacia una parte en la
que se veían algunas estrellas y algo que parecía una nube muy fina, como una
neblina translúcida a través de la cual aún se podían ver las estrellas. Imposible,
eso no es. Pero teníamos tantas ganas de que fueran, que sacamos una foto. El
resultado: verde!!!
Risas cómplices y contagiosas nos invadieron.
Fuimos con Kk, una chica del hostel, hasta un parque cercano para tener una
visión más amplia, sin tantos árboles ni luces. No sabíamos muy bien para donde
mirar y los ojos tenían que acostumbrarse a la oscuridad. De un momento a otro,
el cielo se despejó completamente de nubes para nosotros. Juan y Gaby
comenzaron a programar las cámaras y a sacar fotos. Bea y yo, simplemente
observábamos lo que era el comienzo de algo increíble.
Primera noche de auroras boreales en plena ciudad de Anchorage, Alaska |
Kk se acostó en el pasto mirando hacia
arriba y nos llamó para que nos uniéramos, y fue como que el cielo estaba
esperando que nos ubicaramos todos en nuestras butacas para comenzar el
espectáculo. Luces verdes que cambiaban a rosado y naranja nos rodeaban
completamente. Estábamos en el centro de algo que parecía una proyección en 3D
en pantalla gigante: La aurora boreal bailaba silenciosa sobre nuestras
cabezas. No tan silenciosa en realidad: La música la pusimos nosotros con
nuestros gritos y carcajadas, y parece que era tal nuestro nivel de éxtasis,
que despertamos a un vecino de mal humor y comenzó a amenazarnos si nos nos
íbamos de ahí.
Las auroras boreales bailaban silenciosamente sobre nuestras cabezas |
El espectáculo habrá durado alrededor de 2
horas, y aunque el cielo aún brillaba un poco, nos fuimos a dormir felices, con
un nuevo plan para la noche siguiente: Alejarnos de la ciudad y compartir con
Juan y Bea su última noche antes de volver a España, bajo el cielo estrellado y
las auroras boreales.
Cuando nos estábamos a punto de ir a dormir, el cielo nos volvió a regalar esto! |
Tuvimos suerte y, rodeados de montañas,
bajo un cielo de incontables estrellas, el destino nos volvió a regalar ese
espectáculo, que esta vez disfrutamos con más calma y sin tanta sorpresa. En este video increíble, dos horas de auroras boreales en 20 segundos.
Cerquita del fuego para calentar el cuerpo,
compartimos la emoción de lo vivido. Y en el fondo me queda la sensación de que
el haber ido en busca de las auroras boreales, fue solo una excusa para sellar
una nueva amistad.
Gaby, Flor, Bea y Juan al calor de fuego |
Queridos sobrinos, es muy movilizador ver este vídeo, gracias por compartirlo !!!
ResponderEliminarSimplemente lloré. Que alegría chicos, ¡el cielo se iluminó para ustedes! Nos alegramos mucho.
ResponderEliminarAbrazos con gusto a budín de banana.