domingo, 28 de enero de 2018

Carretera Austral - Parte I

La Carretera Austral, o Ruta 7, en Chile es una ruta que se extiende por alrededor de 1200 kilómetros desde Puerto Montt hasta Villa O´Higgins.
Algunos tramos son de asfalto, muchos otros de ripio y también es necesario tomarse algunos ferrys ya que por la geografía y clima de la región es difícil la construcción de caminos.


Nosotros la recorrimos en el mes de noviembre y lo hicimos de sur a norte, comenzando cerca de Villa O´Higgins, justo donde nos bajamos del Ferry que habíamos tomado en Puerto Natales.

Una mañana gris y bajo una copiosa lluvia que nos acompañaría gran parte de este viaje, comenzaba nuestra travesía por esta región que por momentos parece abandonada de la mano del hombre y atravesada exclusivamente por la naturaleza.

El Ferry termina su recorrido en una parte donde la ruta se corta y debe tomarse una barcaza para continuar. No hay allí ni pueblo, ni un almacén, ni señal de celular. Eran las 7 de la mañana y debíamos esperar hasta las 10 sentados en el auto para poder cruzar el fiordo hacia el sur hasta llegar a O´Higgins y así tocar el extremo de esta mítica ruta.
(Click aquí Para ver el recorrido en el Ferry por los Fiordos)




El cielo no parecía tener ganas de dejar de llover,  y por lo que hablamos con distintas personas así es la mayor parte del tiempo. Nuestras ganas de disfrutar del sol y de acampar se vieron aguadas y decidimos viajar hacia el norte, dejando Villa O´higgins para una próxima visita, como siempre una excusa para volver. Este pueblo nos había llamado mucho la atención, porque allí es donde termina la carretera austral para los autos, pero los aventureros pueden seguir por caminos más pequeños, combinando con dos botes más caminata o bicicleta y luego de dos días llegan a El Chaltén.

Llegamos a Caleta Tortel y dejamos el auto para aventurarnos por sus pasarelas de madera en búsqueda de algún lugar para desayunar. El pueblo parecía bastante fantasmagórico y todo estaba cerrado. Así que preguntando por un lado y por otro, conseguimos al menos un techo para protegernos de la lluvia y un café calentito.
Oli venía con 2 días de abstinencia de Kangooneta luego del viaje por los fiordos, así que no quería saber nada con bajarse. Pero el enojo le duró hasta que nos sirvieron pan casero con huevos de campo.


No hace falta aclarar que seguíamos pasados por agua, no?
Así siguió el camino de ripio en esta parte, cruzando ríos, cascadas, subiendo y bajando rodeados de verde. La vegetación tan abundante no era algo que esperábamos ver. Helechos enormes y nalcas, unas hojas gigantes que por estas regiones se usan para hacer el famoso curanto, hacían que nos sintiéramos que estábamos en Jurasic Park esperando que apareciera algún dinosaurio después de alguna curva.



Y así llegamos a Puerto Río Tranquilo, donde pasamos la noche y amanecimos con un día de sol. No lo dudamos y nos fuimos a conocer el mayor atractivo de la zona.
La Catedral y Capillas de Mármol son unas formaciones rocosas muy peculiares que se encuentran en el Lago General Carrera (Lago Buenos Aires del lado Argentino). Para llegar debimos tomar un tour en lanchas con guía que dura alrededor de dos horas y va recorriendo las distintas cuevas y figuras erosionadas en la piedra. No serían tan sencillas de describir, por lo que pueden ver las fotos, que hablan por sí solas. Perdón la cantidad, era muy difícil elegir pocas!
Fue la primera vez de Oli en un bote pequeño y se la bancó muy bien.

Si estás recorriendo la Ruta 40 en Argentina, a la altura de Perito Moreno en la Provincia de Santa Cruz, Las Capillas de Mármol se encuentran a tan solo 240 km, cruzando a Chile por el Paso Los Antiguos/Chile Chico. Para no perderselo! 












Por la tarde, aprovechamos que nos seguía acompañando el sol para visitar el mirador del Glaciar Exploradores, siempre recorriendo rutas de ripio, bordeando lagos, entre montañas con mucha nieve y glaciares.






Nuevamente nos tocó un día de lluvia que aprovechamos para viajar, avanzando hacia el norte con destino Villa Cerro Castillo, un pequeño pueblo con una gran vista al Cerro Castillo, zona declarada Reserva Nacional.
Hasta allí, todo el trayecto desde el sur fue de ripio y en Villa Cerro Castillo comienza el asfalto.



Un momento de sol en el camino que aprovechamos para estirar las piernas y almorzar



Allí visitamos a nuestros amigos Caro y Vic (Upachalupa.org), quienes viajaron de Alaska a Patagonia en una camioneta con aceite vegetal reciclado y eligieron este maravilloso lugar para quedarse a vivir. Nos habíamos conocido en Tulum, México y fue con quienes compartimos 20 días en una de las playas más lindas en las que estuvimos, y con quienes nos aventuramos con los pescadores locales acompañándolos en el bote a pescar langostas, cangrejos y varios pescados. Pueden viajar un poco a Tulum con este post de aquella época.
La imponente viasta del Cerro Castillo en un paseo por caminos solitarios que nos llevaron Caro y Vic.
Aún en noviembre las caminatas hacia la cima del Cerro están todavía con mucha nieve y no se podían visitar. De todos modos nos vino bien para ponernos al día, filosofar sobre la vida de viaje y para conocer los alrededores de lo que será su hogar. Como no podía ser de otra manera nos agasajaron con un delicioso Pulmay, un curanto típico de Chile preparado en olla que lleva mariscos, pollo, chorizo y papas, todo cocinado en un caldo con vino blanco delicioso.
Felicitaciones amigos! Que hermoso amanecer y apreciar esta vista todos los días!
La Kangooneta y la Piscola, unas grandes de los viajes.
Por un serpenteante camino de asfalto nos alejamos de Cerro Castillo para llegar a Coyhaique. Es increíble la dualidad que uno puede tener con el asfalto y el ripio. Y como todo en la vida, cuando tienes mucho de uno, anhelas el otro y viceversa. Lo veníamos deseando, pero con el asfalto llegó la ciudad grande, mucha gente, el tráfico, semáforos.
Compramos provisiones lo más rápido que pudimos y seguimos. Esta vez hasta el Ventisquero Colgante, en el parque Nacional Queulat.


Un glaciar que viene bajando desde la montaña para mostrarse a través de un lago e ir vertiendo su deshielo en la Laguna de los Témpanos. Hay diversos senderos muy fáciles para tener distintas vistas, y un sendero más complejo y largo que no hicimos.

Oli hizo caminando casi uno de los senderos cortitos y en los demás iba muy pancho en su mochilita, hasta se hizo una linda siesta. Normalmente en caminatas va con Gaby, pero esta vez me tocó a mi.






Se puede acampar en el Parque Nacional, aunque no nos quedaba claro si había agua caliente en las duchas o no, algo demasiado importante con el frío que hace. Nos íbamos a quedar pero finalmente decidimos seguir porque no había linda vista en el camping. No es que fuera feo, pero uno se vuelve demasiado exigente y estar rodeado de bosque no era suficiente. Esa noche acampamos a orillas del Océano Pacífico y Oli lo disfrutó un montón. Perseguía gallinas, seguía aves con la mirada y nos las mostraba para asegurarse de que nosotros también las viéramos, y jugaba con las piedras, uno de sus pasatiempos favoritos.




Poco a poco están asfaltando y/o mejorando tramos de la ruta por lo que hay cortes momentáneos, se habilita para avanzar de a una mano por vez, y a veces, al ir el camino tan cerca del océano, hasta habilitan una barcaza para evitar áreas en las que se está trabajando. No tiene costo pero sí horarios, así que atentos a los carteles y preguntar a los lugareños que tienen la última información.


La lluvia, denominador común de nuestro viaje por Chile, seguía acompañándonos. Y, al igual que días antes, nos preguntábamos que sentido tenía avanzar bajo la lluvia. No veíamos paisaje, era peligroso y hasta aburrido porque no podíamos parar ni a hacer un picnic. Era el mediodía y decidimos parar en Villa Santa Lucía, un pequeño pueblo que un mes después de nuestra visita fue arrasado por un alud. Nos quedamos en la casa de Betty con quien compartimos unos mates al calor de la estufa a leña, y aún hoy nos preguntamos cómo estarán ella y su familia. Desde aquí, les mandamos mucha fuerza para superar este difícil momento.



Se nos va terminando el viaje, pero todavía falta mucho por recorrer.
En la próxima crónica les contaremos acerca de:
  • El Parque Pumalín y el legado de Tompkins,
  • La vuelta alrededor del Lago Llanquihue con sus volcanes y su descendencia alemana,
  • Nuestro paso por la zona del Parque Nacional Puyehue y el regreso a Argentina por Villa La Angostura.

# Si te preguntas cómo hacemos para llevar a Oli en las caminatas sin cansarnos, te contamos que los hacemos en una mochila ergonómica, en este caso en el modelo toddler (para mayores de 18 meses). Esta mochila permite distribuir en forma pareja el peso para el porteador, y le otorga un cómodo asiento al bebé además de la posibilidad de apoyo para su cabeza en caso de quedarse dormido. Pueden ir en la espalda o adelante (si es delante nunca mirando hacia el frente).
No se recomiendan las mochilas que se venden para montaña con estructura de caños, ya que no es ergonómica para el bebé y aleja el peso del cuerpo del porteador, haciéndonos más propensos a perder el equilibrio, además de agregar peso innecesario, con el bebé ya hay suficiente!
Si te interesa el tema podés consultarnos o leer acerca de porteo ergonómico para disfrutar de los paseos junto a tu bebé.


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