lunes, 20 de julio de 2015

Playa, ballenas, nieve, cascadas y campos de lavanda en Oregon

La costa oeste de Estados Unidos está ocupada por 3 estados. California, que abarca más o menos la mitad de sur a norte,  es el más conocido y al que todos quieren ir. Por supuesto tiene unas cuantas maravillas de las cuales ya les contamos. Pero y los otros 2? Que tienen que nadie habla de ellos?
Hoy les vamos a contar, y empezamos por Oregon. En este estado, y presten mucha atención, la ciudad más importante es la que lleva mi nombre: Florence! 



Es chiste, obviamente, pero tuve que sacarme la foto con el cartel. Es divertido porque mi nombre es nombre de varias ciudades. En Colombia por ejemplo es la capital de un estado, pero no es común como nombre de persona, entonces cuando alguien me preguntaba cómo me llamaba ponían cara rara al escucharlo. En seguida aclaraba, Florencia, como de Caquetá, y listo. Hace poco conocimos a unos italianos y ni se mosquearon cuando les dije mi nombre. Claro, para ellos es Firenze! En Estados Unidos siempre pronuncio mi nombre como si lo estuvieran pronunciando en inglés. Intenté varias veces en decirlo en español pero me miran como sin entender. Entonces opté por decir directamente Flourencia o algo así. Siempre me dicen que es lindo aunque no entiendo si es porque les gusta como suena o si significa algo, creo que no.

Bueno, me fui por las ramas. Volviendo a Oregon, la primera parte la recorrimos bordeando la costa, pasando por muchos pueblitos e increíbles playas con acantilados y rocas, y por supuesto…frío, viento, nubes. Aunque por momentos teníamos un rato de sol y aprovechabamos para sacar algunas fotos porque quedan mas lindas cuando hay sol, y quizas tomarnos unos mates disfrutando de la vista, adentro de la kangooneta obvio. 

 La única ciudad en la que hicimos una parada para recorrer fue Newport, que tiene una bahía, historia pesquera y un faro de madera hermoso que hoy es museo. Pero lo más lindo fue que en una de las tantas paradas que hicimos para contemplar el infinito océano celeste delante nuestro, justo en una mañana soleada, las vimos cerca de la costa: 3 ballenas! Lo más lindo de esto es que nadie vino y nos dijo ahí están, y menos que menos estábamos en un acuario. Lo mejor fue haberlas descubierto nosotros mismos y  observarlas un largo rato mientras  largaban el agua para arriba, sacaban las aletas y de vez en cuando la cola.











Desde Newport nos fuimos hacia el este, hicimos una pasada rápida por el centro de Salem y nos fuimos a hacer un “loop” como dicen acá. Un loop le llaman a una vuelta, un recorrido que empieza y termina en el mismo lugar pero sin repetir el mismo camino al regreso. Partimos de Portland y nos fuimos hacia Mount Hood, la montaña más alta de Oregon, famosa por su centro de esquí, en invierno claro, aunque en verano con la aerosilla se puede ir bien arriba y esquiar algo ya que siempre hay nieve. Tiene un hospedaje construido por el estado hace muchos años, el Timberline Lodge, que nos hizo recordar al Llao Llao en Bariloche. El presupuesto no daba para el lodge así que nos buscamos un lugarcito libre en el bosque cerca del Frog Lake y cercano al inicio de algunos senderos para recorrer otros lagos hermosos.






Se suponía que ibamos a descansar, pero caminamos 6 km hasta los Twin Lakes, dos lagos mellizos, y también al Mirror Lake, desde el que se puede ver una vista del Mount Hood como si fuera un espejo. 
Los días que estuvimos ahí hacía bastante frío, y se siente más cuando estás en el bosque cerrado porque el sol no tiene por donde colarse. Pero el día que nos íbamos se sentía mas agradable desde la mañana. Ya podíamos estar en manga corta y sin campera, y eso nos daba una felicidad tremenda. Pero la felicidad no duró mucho. Era el comienzo de una ola de calor muy extraña para esa zona y  pasó de ser agradable a insoportable.

Teníamos planificada una caminata a una cascada y nos llevamos el traje de baño por las dudas. El sendero fue casi todo el tiempo al pleno rayo del sol y se hizo duro, pero la vista de la cascada estuvo buenísma! Al regreso queríamos refrescarnos en el río pero el agua estaba tan fría ,porque viene de la nieve que se derrite en el verano, que lo dudamos. Después de analizarlo un largo rato, tomamos coraje y saltamos al agua. Si te metés de a poco es imposible, es como si te estuvieran pinchando todo el cuerpo al mismo tiempo. Duramos 5 segundos y salimos.



Llegamos al Columbia River, un río muy ancho que es el límite entre Oregon y Washington, que además tiene una represa que genera electricidad y piletas donde se aprovecha el agua para criar truchas. Y en lugar de subirnos a la autopista de 4 carriles, nos fuimos por la carretera histórica. Es uno de los dos tramos de 30 km que aún se pueden recorrer.  Tiene una pendiente de solo 6% porque fue pensada para los autos que no tenían potencia para más, y va bordeando la montaña pasando por infinidad de cascadas. Todo es verde, hasta los puentes y barandas de piedra están llenos de musgo.  Nos ibamos a quedar a dormir en el estacionamiento de una de las cascadas. Supuestamente no se puede pero hablamos con el cuidador, le contamos de nuestro viaje y nos dio a entender que nos podíamos quedar, y que si venía la policía, no nos iban a decir nada por solo una noche. Preferimos evitarnos esa situación y avanzamos hasta una estación de servicio en la ruta. Y que bueno que lo hicimos, porque justo al momento del atardecer llegamos a un mirador en la punta de la montaña y fue maravilloso.











Hacía muchas noches que no dormíamos tan mal como esa. El calor dentro de la Kangooneta era insoportable, sumado a  los ruidos de la autopisa y a los del tren que pasaba a cada rato. Uno de esos días conté más de 100 vagones que contenían cada uno 2 contenedores, no de 40 pies, sino de 53!

A las 5 am ya estabamos despiertos y nos sentíamos como si no hubiéramos dormido en toda la noche. No podíamos hacer otra cosa que viajar, y eso hicimos…

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