La
costa oeste de Estados Unidos está ocupada por 3 estados. California, que
abarca más o menos la mitad de sur a norte,
es el más conocido y al que todos quieren ir. Por supuesto tiene unas
cuantas maravillas de las cuales ya les contamos. Pero y los otros 2? Que
tienen que nadie habla de ellos?
Hoy
les vamos a contar, y empezamos por Oregon. En este estado, y presten mucha
atención, la ciudad más importante es la que lleva mi nombre: Florence!
Es
chiste, obviamente, pero tuve que sacarme la foto con el cartel. Es divertido
porque mi nombre es nombre de varias ciudades. En Colombia por ejemplo es la
capital de un estado, pero no es común como nombre de persona, entonces cuando
alguien me preguntaba cómo me llamaba ponían cara rara al escucharlo. En
seguida aclaraba, Florencia, como de Caquetá, y listo. Hace poco conocimos a
unos italianos y ni se mosquearon cuando les dije mi nombre. Claro, para ellos
es Firenze! En Estados Unidos siempre pronuncio mi nombre como si lo estuvieran
pronunciando en inglés. Intenté varias veces en decirlo en español pero me
miran como sin entender. Entonces opté por decir directamente Flourencia o algo
así. Siempre me dicen que es lindo aunque no entiendo si es porque les gusta
como suena o si significa algo, creo que no.
Bueno,
me fui por las ramas. Volviendo a Oregon, la primera parte la recorrimos
bordeando la costa, pasando por muchos pueblitos e increíbles playas con
acantilados y rocas, y por supuesto…frío, viento, nubes. Aunque por momentos
teníamos un rato de sol y aprovechabamos para sacar algunas fotos porque quedan
mas lindas cuando hay sol, y quizas tomarnos unos mates disfrutando de la
vista, adentro de la kangooneta obvio.
Desde
Newport nos fuimos hacia el este, hicimos una pasada rápida por el centro de
Salem y nos fuimos a hacer un “loop” como dicen acá. Un loop le llaman a una
vuelta, un recorrido que empieza y termina en el mismo lugar pero sin repetir
el mismo camino al regreso. Partimos de Portland y nos fuimos hacia Mount Hood,
la montaña más alta de Oregon, famosa por su centro de esquí, en invierno
claro, aunque en verano con la aerosilla se puede ir bien arriba y esquiar algo
ya que siempre hay nieve. Tiene un hospedaje construido por el estado hace
muchos años, el Timberline Lodge, que nos hizo recordar al Llao Llao en
Bariloche. El presupuesto no daba para el lodge así que nos buscamos un
lugarcito libre en el bosque cerca del Frog Lake y cercano al inicio de algunos
senderos para recorrer otros lagos hermosos.
Se
suponía que ibamos a descansar, pero caminamos 6 km hasta los Twin Lakes, dos
lagos mellizos, y también al Mirror Lake, desde el que se puede ver una vista
del Mount Hood como si fuera un espejo.
Los
días que estuvimos ahí hacía bastante frío, y se siente más cuando estás en el
bosque cerrado porque el sol no tiene por donde colarse. Pero el día que nos
íbamos se sentía mas agradable desde la mañana. Ya podíamos estar en manga
corta y sin campera, y eso nos daba una felicidad tremenda. Pero la felicidad
no duró mucho. Era el comienzo de una ola de calor muy extraña para esa zona
y pasó de ser agradable a insoportable.
Teníamos
planificada una caminata a una cascada y nos llevamos el traje de baño por las
dudas. El sendero fue casi todo el tiempo al pleno rayo del sol y se hizo duro,
pero la vista de la cascada estuvo buenísma! Al regreso queríamos refrescarnos
en el río pero el agua estaba tan fría ,porque viene de la nieve que se derrite
en el verano, que lo dudamos. Después de analizarlo un largo rato, tomamos
coraje y saltamos al agua. Si te metés de a poco es imposible, es como si te
estuvieran pinchando todo el cuerpo al mismo tiempo. Duramos 5 segundos y
salimos.
Llegamos
al Columbia River, un río muy ancho que es el límite entre Oregon y Washington,
que además tiene una represa que genera electricidad y piletas donde se
aprovecha el agua para criar truchas. Y en lugar de subirnos a la autopista de
4 carriles, nos fuimos por la carretera histórica. Es uno de los dos tramos de
30 km que aún se pueden recorrer. Tiene una
pendiente de solo 6% porque fue pensada para los autos que no tenían potencia
para más, y va bordeando la montaña pasando por infinidad de cascadas. Todo es
verde, hasta los puentes y barandas de piedra están llenos de musgo. Nos ibamos a quedar a dormir en el
estacionamiento de una de las cascadas. Supuestamente no se puede pero hablamos
con el cuidador, le contamos de nuestro viaje y nos dio a entender que nos
podíamos quedar, y que si venía la policía, no nos iban a decir nada por solo
una noche. Preferimos evitarnos esa situación y avanzamos hasta una estación de
servicio en la ruta. Y que bueno que lo hicimos, porque justo al momento del
atardecer llegamos a un mirador en la punta de la montaña y fue maravilloso.
Hacía
muchas noches que no dormíamos tan mal como esa. El calor dentro de la
Kangooneta era insoportable, sumado a los
ruidos de la autopisa y a los del tren que pasaba a cada rato. Uno de esos días
conté más de 100 vagones que contenían cada uno 2 contenedores, no de 40 pies,
sino de 53!
A las
5 am ya estabamos despiertos y nos sentíamos como si no hubiéramos dormido en
toda la noche. No podíamos hacer otra cosa que viajar, y eso hicimos…
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