martes, 29 de agosto de 2017

Canadá: 2 parques y 2 historias

Revisando el blog y las publicaciones que fuimos haciendo, noto que nos quedó un hueco después de Alaska y hasta Montreal. No les contamos absolutamente nada de lo que recorrimos y conocimos en esa parte del viaje.
Paisajes increíbles!
Fue como que bajamos la guardia, el cansancio acumulado se hizo notar y no tuvimos la energía ni siquiera para escribirlo.

Un poco me arrepiento porque de haberme sentado en ese momento a poner en palabras todo lo vivido, el resultado sería otro, con vivencias mucho más frescas.




También es una realidad que esa parte del recorrido la hicimos bastante rápido, intentando ganarle al invierno, con un clima demasiado frío y lluvioso, avanzando muchos kilómetros por día, durmiendo en el auto como siempre, y cocinando al aire libre, a veces sin sentir las manos de tanto frío. 




Que frío!!!!!


Llegar a un lugar que se supone sería increíble, pero tener la mala suerte de que no se vea nada.
Igual hay nieve y estamos felices!

 Así que este será un repaso fotográfico por algunos de los lugares más lindos por los que pasamos en Canadá: Los famosos Parques Nacionales Banff y Jasper.

Y las fotos son de gran ayuda para la memoria, para recordar y trasladarme otra vez a esos lugares, aunque me cuesta recordar detalles de lo que hicimos allí.



Hicimos muchas caminatas para acceder a Glaciares como este

Nos comparamos con los que viajan un poco más cómodos...





Lo que más recuerdo, como bien dijimos es el frío que hacía de noche sobre todo, pero hay 2 historias que poco tienen que ver con el los paisajes que nunca olvidaré.

El día que una rata (o roedor cualquiera) se sumó a nuestro viaje.

Para intentar organizar donde íbamos a dormir, mirábamos el mapa de los Recreational Sites de British Columbia, que como les contamos son gratis, para ir viendo si hacíamos mas o menos kilómetros. 
Una tarde, casi ya de noche, íbamos buscando un camping desde donde se podía caminar hacia una cascada. Estaba lloviznando y deseábamos que por la mañana estuviera despejado para poder apreciar el paisaje. Nos acostamos a dormir lo más pronto que pudimos porque esa seguía siendo tierra de osos, y comenzamos a sentir movimiento en el techo del auto. Primero nos asustamos pero luego pensamos que debía ser un ardilla que andaba hurgando por ahí. Hay miles de ardillas por todos lados.

La cascada que nunca vimos
Esa fue la primera vez que escuchamos ruidos extraños en el silencio de la noche. También detectamos que el panel acústico que está en el motor estaba roto (osea comido) y nos empezamos a preocupar. Podía comerse los cables, o ingresar al interior del auto. Varias noches pasaron y sentíamos el mismo sonido. Dónde pasaba el día, no lo sabíamos, pero sí sabíamos que viajaba con nosotros. Así que fuimos e hicimos algo que no hubiéramos querido y compramos veneno para ratas, que esperábamos funcionara con cualquier roedor.
Nunca lo vimos, y después de varias noches dejamos de escucharlo.
Triste final para nuestra mascotita. 

 

Que hora es? Las 8 y cuarto

Estábamos en el Parque Nacional Banff y sabíamos que no era posible dormir en cualquier lado en el auto porque nos vendrían a pedir que nos fuéramos. Si eso pasaba de noche, sería muy feo porque estábamos lejos de la frontera del parque y manejar de noche siempre es un peligro. Entre animales salvajes y lluvia no sería una buena idea.






Así que no nos quedó otra que pagar por un camping dentro del parque. Era la última noche que el camping estaría abierto. Estaba terminando la temporada de verano y el frío se hacía sentir cada vez más en la montaña.
La mejor parte de ir a uno de estos campings era que tenían refugios. Un techo con paredes, aunque no puerta, una salamandra y leña gratis. Lo aclaro porque en muchos campings de Estados Unidos te cobran la leña.
Comimos algo y con el fuego prendido nos pusimos a jugar a la generala. Fuimos y volvimos al auto varias veces para llevar y traer las cosas de la cena. Por suerte el portón trasero estaba abierto, porque las llaves no aparecían. Gaby decía que me las había dado a mi pero yo no estaba tan segura. En la oscuridad de la noche y ayudados por linternas desandamos todos los caminos posibles entre la Kangooneta y el refugio pero no aparecieron, por lo que decidimos irnos a dormir y buscarlas por la mañana, esperando tener mejor suerte.

En mi familia cada vez que alguien pregunta la hora, nos respondemos que son las 8 y cuarto. Algo que siempre dice mi tío y que se nos contagió.
Esa mañana me desperté con la sensación de haber soñado con las llaves toda la noche. Le pregunté a Gaby la hora y le dije que si eran las 8 y cuarto, me levantaba en ese mismo instante para buscar las llaves. Efectivamente, eran las 8 y cuarto. Me cambié, me abrigué y bajé de la Kangooneta. Había nevado un poco y el bosque era una mezcla de verde y blanco hermoso. Sin caminar ni un paso hice un paneo con mis ojos y ahí estaban, a unos 20 metros, casi saludándome, las benditas llaves! Las 8 y cuarto me dieron suerte!





2 comentarios:

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