Paisajes increíbles! |
Fue como que bajamos la guardia, el cansancio acumulado se hizo notar y no tuvimos la energía ni siquiera para escribirlo.
Un poco me arrepiento porque de haberme sentado en ese momento a poner en palabras todo lo vivido, el resultado sería otro, con vivencias mucho más frescas.
También es una realidad que esa parte del recorrido la
hicimos bastante rápido, intentando ganarle al invierno, con un clima demasiado
frío y lluvioso, avanzando muchos kilómetros por día, durmiendo en el auto como
siempre, y cocinando al aire libre, a veces sin sentir las manos de tanto frío.
Que frío!!!!! |
Llegar a un lugar que se supone sería increíble, pero tener la mala suerte de que no se vea nada. Igual hay nieve y estamos felices! |
Y las fotos son de gran ayuda para la memoria, para recordar
y trasladarme otra vez a esos lugares, aunque me cuesta recordar detalles de lo
que hicimos allí.
Hicimos muchas caminatas para acceder a Glaciares como este |
Nos comparamos con los que viajan un poco más cómodos... |
Lo que más recuerdo, como bien dijimos es el frío que hacía
de noche sobre todo, pero hay 2 historias que poco tienen que ver con el los
paisajes que nunca olvidaré.
El día que una rata
(o roedor cualquiera) se sumó a nuestro viaje.
Para intentar organizar donde íbamos a dormir, mirábamos el
mapa de los Recreational Sites de British Columbia, que como les contamos son
gratis, para ir viendo si hacíamos mas o menos kilómetros.
Una tarde, casi ya de noche, íbamos buscando un camping
desde donde se podía caminar hacia una cascada. Estaba lloviznando y deseábamos
que por la mañana estuviera despejado para poder apreciar el paisaje. Nos
acostamos a dormir lo más pronto que pudimos porque esa seguía siendo tierra de
osos, y comenzamos a sentir movimiento en el techo del auto. Primero nos
asustamos pero luego pensamos que debía ser un ardilla que andaba hurgando por
ahí. Hay miles de ardillas por todos lados.
La cascada que nunca vimos |
Esa fue la primera vez que escuchamos ruidos extraños en el
silencio de la noche. También detectamos que el panel acústico que está en el
motor estaba roto (osea comido) y nos empezamos a preocupar. Podía comerse los
cables, o ingresar al interior del auto. Varias noches pasaron y sentíamos el
mismo sonido. Dónde pasaba el día, no lo sabíamos, pero sí sabíamos que viajaba
con nosotros. Así que fuimos e hicimos algo que no hubiéramos querido y
compramos veneno para ratas, que esperábamos funcionara con cualquier roedor.
Nunca lo vimos, y después de varias noches dejamos de
escucharlo.
Triste final para nuestra mascotita.
Que hora es? Las 8 y
cuarto
Estábamos en el Parque Nacional Banff y sabíamos que no era
posible dormir en cualquier lado en el auto porque nos vendrían a pedir que nos
fuéramos. Si eso pasaba de noche, sería muy feo porque estábamos lejos de la
frontera del parque y manejar de noche siempre es un peligro. Entre animales
salvajes y lluvia no sería una buena idea.
Así que no nos quedó otra que pagar por un camping dentro
del parque. Era la última noche que el camping estaría abierto. Estaba
terminando la temporada de verano y el frío se hacía sentir cada vez más en la
montaña.
La mejor parte de ir a uno de estos campings era que tenían
refugios. Un techo con paredes, aunque no puerta, una salamandra y leña gratis.
Lo aclaro porque en muchos campings de Estados Unidos te cobran la leña.
Comimos algo y con el fuego prendido nos pusimos a jugar a
la generala. Fuimos y volvimos al auto varias veces para llevar y traer las
cosas de la cena. Por suerte el portón trasero estaba abierto, porque las
llaves no aparecían. Gaby decía que me las había dado a mi pero yo no estaba
tan segura. En la oscuridad de la noche y ayudados por linternas desandamos
todos los caminos posibles entre la Kangooneta y el refugio pero no
aparecieron, por lo que decidimos irnos a dormir y buscarlas por la mañana,
esperando tener mejor suerte.
En mi familia cada vez que alguien pregunta la hora, nos
respondemos que son las 8 y cuarto. Algo que siempre dice mi tío y que se nos
contagió.
Esa mañana me desperté con la sensación de haber soñado con
las llaves toda la noche. Le pregunté a Gaby la hora y le dije que si eran las
8 y cuarto, me levantaba en ese mismo instante para buscar las llaves.
Efectivamente, eran las 8 y cuarto. Me cambié, me abrigué y bajé de la
Kangooneta. Había nevado un poco y el bosque era una mezcla de verde y blanco
hermoso. Sin caminar ni un paso hice un paneo con mis ojos y ahí estaban, a
unos 20 metros, casi saludándome, las benditas llaves! Las 8 y cuarto me dieron
suerte!
que hermosa aventura,las imagenes son maravillosas,estaban flaquitos
ResponderEliminarQué lindas historias!!!!
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