Noviembre llegó y volvimos a rutear, a viajar, a vivir esa
sensación de libertad y nervios por lo desconocido que estaba por venir, por
volver a pensar dónde íbamos a dormir, y por todo lo que ya habíamos pasado
unas cuantas veces, solo que esta vez con un integrante más.
Amanecer en Torres del Paine |
Nadie dijo que iba a ser fácil. No podemos dormir en la
Kangooneta, así que invertimos en una carpa y nos tocó convertir ese viaje por
el sur de Chile en unas vacaciones menos extremas y un poco más organizadas.
Debimos adaptar nuestros horarios, rutinas y paseos al pequeño Oli, como lo
venimos haciendo desde que nació, claro.
Los últimos días en Ushuaia fueron intensos. Entre el
hospedaje en el que teníamos cada vez más huéspedes, el tener que empacar todas
nuestras cosas, porque no sólo nos íbamos de viaje, sino que además nos
mudábamos con todo lo que habíamos llevado, y el querer hacer todas las
caminatas posibles que la primavera tardía nos empezaba a permitir, nos
volvimos un poco locos.
Una de las últimas noches Allison, nuestra nueva gran amiga
y compañera de casa, preparó para compartir con nosotros una engordante cena de
Thanksgiving (Acción de gracias). Si bien la fecha era un poco adelantada, ni
ella ni nosotros estaríamos en Ushuaia para poder celebrarlo, así que se pasó
todo el día cocinando para deleitarnos con exquisitos manjares.
En lugar de un pavo, preparó un pollo relleno (mucho más
adecuado para la cantidad de comensales), ensalada de chauchas con crema,
champignones y mil ingredientes más, pan de maíz, y stuffing (ensalada con
crutones de pan y otras cosas ricas), y Tarta de Calabaza de postre, bien
típico de esta época de otoño en Estados Unidos.
Felices los 4 |
Pero esta no fue nuestra despedida, sino que Alli también se
organizó y pudo viajar unos días con nosotros a bordo de la Kangooneta para
visitar el famosísimo parque Torres del Paine en Chile.
Atravesamos la cordillera de Los Andes para volver a la planicie de la estepa patagónica, cruzamos el Estrecho de Magallanes para volver al continente y dejar la isla atrás, para llegar finalmente después de dos días de viaje a este Parque Nacional tan renombrado y tan popular para quienes van en busca del trekking y escalada, además de paisajes que te dejan sin palabras.
Despidiéndonos de Tierra del Fuego en el Lago Fagnano |
Volvimos a visitar los Pinguinos Rey. Foto de Alli |
Cruce del Estrecho de Magallanes |
Dos días fueron suficientes para recorrerlo, pero también
para quedarnos con ganas de más, para tener la excusa de poder volver en el
futuro.
Eso si, preparen la billetera, porque no es barata la
entrada (CLP 21.000 / U$S 35), aunque te sirve para 3 días consecutivos, ni los
campings (los más baratos costaban alrededor de CLP 11.000 / U$S 18 por persona).
Las distancias dentro del parque son largas, y si bien hay
transporte diario para ir y venir de Puerto Natales, la ciudad más cercana a
unos 100 km, no hay transporte público para moverse de un lugar a otro, por lo
que recomendamos ir en tu propio auto (o alquilado) o en un Tour, aunque si
tenés tiempo podés hacer dedo. También recomendamos llevar todo lo que
necesites para comer desde Puerto Natales.
Guanacos por todos lados |
Acercándonos a las Torres |
Dicho esto, nos adentramos de lleno en el Parque, al que
llegamos cayendo la tarde, y por estar tan al sur, siendo además noviembre,
tuvimos luz hasta casi las 10 de la noche.
Nos quedamos en un camping en Lago Pehoé, donde dormimos en
carpa por primera vez con Oli, y en el que la naturaleza nos rodeó por
completo, regalándonos un atardecer de esos que querés que duren para siempre,
una noche de millones de estrellas y un amanecer increíble.
Fue ahí también donde nuestro hijo patagónico no pudo
resistir las ganas de probar si el agua del lago estaba muy fría, y parece que
no porque se sentó en la orilla a chapotear un rato.
El día con Alli intentamos hacer la caminata para llegar a
la base de las torres. Sabíamos que era muy exigida y muchos kilómetros pero lo
intentamos, sin éxito. No empezamos demasiado temprano, ya que parece que a Oli
le gustó dormir en carpa (o estaba muy cansado) y se despertó más tarde que de
costumbre, que suele ser entre las 6 o 7 de la mañana. Alli entrena mucho y ama
el trekking. No así quien escribe, a quien ya saben que las caminatas en subida
le cuestan mucho. Una más cabeza dura que la otra, yo quería que ella fuera a
su ritmo, pero insistió en esperarnos y esperarnos. De no haberlo hecho, seguro
que llegaba al mirador, pero priorizamos el estar juntos y compartir nuestro
último día en quién sabe cuanto tiempo.
Entre mates y galletas con manteca de maní, grandes
representantes de ambas culturas, nos despedimos esa tarde con la promesa de
volver a vernos pronto!
El día siguiente nos lo tomamos con calma, para admirar
paisajes más lentamente, al ritmo de Oli, que igualmente nos tiene de un lado a
otro todo el tiempo. Una ola de calor invadió la Patagonia y tuvimos días
cálidos y hermosos de sol. Ilusos nosotros que pensamos que de ahí en adelante
el clima sería así, que ya estábamos ¨más al norte¨ y lejos habían quedado los
días grises y fríos de Ushuaia.
Por la tarde visitamos el Lago Grey, al sudoeste del Parque,
donde pudimos admirar de cerca los témpanos de hielo de un color celeste
esmeralda y formas de otro planeta, que se desprenden el Glaciar Grey, el cual
se puede ver de cerca en paseos en barco.
Lo mejor de todo: un señor y una señora metiéndose al Lago para sacar un trozo de hielo a la orilla. |
Y como despedida, cuando ya pensábamos que habíamos visto
todo, un huemul cruzó la ruta delante nuestro. Nos quedamos helados, ya que no
estaba en nuestros planes ver uno. Frenamos, lo dejamos avanzar, y muy
lentamente comenzamos a movernos también. Aprovechamos para sacarle algunas
fotos con las Torres del Paine de fondo, y nos fuimos. Al alejarnos lo vimos
volver a cruzar la ruta alejándose del lago y volviendo hacia las montañas. Más
tarde tuvimos la oportunidad de mostrar la foto a una guardaparques y nos
confirmó que si era uno, que habíamos sido muy afortunados porque es muy
difícil verlos ya que son muy tímidos y se alegró al decirle que volvió a las
montañas. En esta época del año las hembras están preñadas y necesitan más
tranquilidad.
Huemul en Torres del Paine |
Y así con la mirada empapada de paisajes hermosos volvimos a
Puerto Natales para embarcarnos, literalmente, en una nueva aventura: En un
ferry que durante 2 días navegaría por
los fiordos para llevarnos hasta la Carretera Austral, pero esa es parte de la
próxima historia.
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